Ruber Bustos Ramírez
Nací y vivo en el páramo Cerro de Miraflores, ese lugar mágico entre Gigante y Garzón, desde Algeciras hasta Guadalupe. Aquí aprendí a querer la niebla, a cuidar cada planta, cada nacimiento de agua. Mi familia y yo consumimos esa agua cada día: nos bañamos, cocinamos, preparamos nuestro tinto. Este páramo es mi hogar y el motor de nuestra caficultura.
Pero ahora veo con preocupación cómo se abren espacios en este territorio para entregar tierras. La Agencia Nacional de Tierras (ANT) adjudicó docenas de lotes –algunos informes hablan de más de 130– dentro del páramo, al predio conocido como “El Paraíso”. Se trata de aproximadamente 222 hectáreas, según la CAM, superponiéndose en un 60 % con un parque natural regional y un 20 % con reserva forestal.
La CAM llevó el caso a la justicia y ganó una tutela en mayo de 2025, donde el juzgado ordenó a la ANT responder en 48 horas por la violación del derecho de petición. Al no hacerlo, se inició un incidente de desacato.
El 11 de junio, la comunidad y líderes de la región pidieron “¡SOS!” para el páramo, convocando a una audiencia pública conjunta con la ANT, CAM y la Asamblea Departamental. Y el 9 de julio, ese debate se realizó en la Asamblea del Huila.
Allí, los líderes y las comunidades se han mostraron firmes: advirtieron a la ANT que estaba equivocado adjudicando tierras sin explicar cómo se garantiza el agua para las comunidades. Su mensaje fue claro: el bienestar del páramo y nuestras generaciones futuras es priorida.
Hoy, como caficultor, siento esa tierra dentro de mí. Defender el páramo no es una opción: es mi deber. Si el páramo muere, muere nuestra agua y muere el café del Huila. No puedo quedarme callado al ver cómo se lotizan zonas de bosque, humedales y nacimientos de agua en un santuario natural que protege hasta 31.647 hectáreas de páramo.
No me opongo a que se entreguen tierras a comunidades campesinas o indígenas —es un derecho— pero no en zonas protegidas. Podemos hacerlo en tierras degradadas, priorizando los usos productivos, como la CAM también lo ha señalado.
Por eso hoy escribo con el corazón en la mano. Le pido a la ANT, a la Asamblea, a la Gobernación: escuchen a quienes vivimos aquí. Que no se tomen decisiones desde una oficina sin pisar la niebla, sin sentir el agua en los nacederos.
El páramo Cerro de Miraflores late con nuestra historia. Si queremos café con alma huilense, debemos proteger su fuente: su agua, su montaña, su vida.








