Momentos agradables llegan a mi mente al recordar la época de los mandados de mamá. Aunque en la mayoría de las veces había una lista de lo que tenía que comprar, en otras más se hacían los encargos de memoria.
Además, esos mandados, tenía que hacerlos rápido, corriendo, y en la tienda preferida, la de don Marcelo. El tendero del barrio. Él era un experto en entender la letra “prendida” en los papelitos, de hojas rayadas, sacados de los cuadernos del año anterior que ya estaban abandonados en un estante. Cuadernos de marca Cardenal o Norma. Los argollados y las agendas surgieron mucho después.
En esa tienda había de todo. Desde dulces de colores anisados que don Marcelo mantenía sobre el mostrador de madera y vidrio, hasta carne, plátanos, sardinas enlatadas, maíz, salchichón, manteca en canecas, hilo, agujas, ollas, cernidores, cepillos de dientes, crema cero, vick vaporub y mucho más. ¡Era el supermercado de hoy!
Esa tienda marcó un referente muy importante en mi vida. Entendí que ese lugar no era solo el espacio que nos proveía lo necesario para vivir, sino, que representaba el epicentro económico del sector y una zona fundamental para el proceso de construcción de tejido social.
Don Marcelo era conocido por todos los del barrio, y él conocía a todos los habitantes. Sabía quién vendía, quién compraba, quién arrendaba, quién estaba enfermo, quién era visitante. Era un referente indiscutible.
Hoy, a pesar del auge de las cadenas de supermercados, de las grandes superficies, y del reciente impulso del comercio digital, la tienda de barrio se mantiene y se robustece a la vez.
Por ello, algunos estudiosos del tema argumentan que en plena sociedad del conocimiento y en pleno surgimiento de la cuarta revolución industrial, la tienda sigue siendo uno de los canales de comercialización de alimentos y artículos más definidos en el contexto nacional.
Es tanto así, que aproximadamente el 65% de los colombianos adquiere, con cierta regularidad, productos en estos negocios, según información de la Federación Nacional de Comerciantes.
Las tiendas continúan siendo el distribuidor con mayor cubrimiento en el país. Pues, estos establecimientos, en lo urbano y en lo rural, y a diferencia de los grandes supermercados, llegan a los lugares más remotos y aislados.
A lomo de mula, por agua, aire, en moto, en bicicleta o en carro, los tenderos logran surtirse de los productos para tenerlos a disposición de los consumidores de su zona o sector.
Creo que la tienda seguirá siendo un importante canal de comercio y crecimiento social. Ha vencido las crisis económicas más fuertes y lo seguirá haciendo. Son medio de emprendimiento y de empoderamiento comunitario.
La próxima vez que entre a una tienda siéntase tranquilo. Está en uno de los lugares más prósperos del país. Eso le dije a don Marcelo la última vez que lo visité.








