Ruber Bustos Ramírez
Por estos días basta con dar un vistazo a cualquier red social para ver en qué nos estamos convirtiendo. En Colombia, según el informe Digital 2024 de We Are Social y Meltwater, hay 43 millones de usuarios de internet y más de 41 millones usan redes sociales activamente. Es decir, prácticamente toda la población conectada tiene una opinión, un juicio o una “verdad” que defender. El problema no es opinar, el problema es cómo lo estamos haciendo.
Lo que veo a diario me preocupa: una sociedad cada vez más valiente detrás de una pantalla, pero muda o indiferente en la vida real. Nos hemos acostumbrado a señalar, destruir y burlarnos del otro sin mayor argumento que un meme o un comentario condescendiente. Muchos usan el celular no como herramienta para construir, sino como arma para descalificar. Y lo peor: con la tranquilidad que da el anonimato o la distancia.
Y entre tanto juicio rápido, también se ha vuelto costumbre opinar sobre el trabajo de los demás, incluso sobre cosas que no se entienden. Se menosprecia el esfuerzo ajeno con un comentario vacío, sin conocer el proceso ni la historia detrás. Parece que todo el mundo se siente experto, pero pocos se detienen a preguntar o a entender.
Las cifras preocupan: 1 de cada 3 jóvenes en Colombia ha sufrido acoso digital, y el 27 % de los menores ha sido víctima de ciberbullying, muchas veces por comentarios en redes sociales. A eso se suma que cada año aumentan los casos de delitos informáticos, como amenazas, suplantación de identidad y publicaciones ofensivas. Lo que empieza como “una simple opinión” puede terminar hiriendo profundamente o incluso en problemas legales.
Hoy muchos usan el celular para lanzar dardos desde la comodidad de una pantalla. Hablan sin saber, critican sin argumentos, y se creen con autoridad para juzgar el trabajo de los demás. Es como dice el dicho: “hablan sin saber dónde están parados”. Y lo peor es que lo hacen con una ligereza que da miedo.
Opinamos sin escuchar, condenamos sin contexto. Como si el internet fuera tierra de nadie y no tuviéramos ninguna responsabilidad por lo que decimos.
Lo irónico es que nunca habíamos tenido tantas herramientas para crear, proponer, compartir ideas que nos hagan crecer como sociedad, y sin embargo, muchos prefieren alimentar la polarización, el odio y el morbo. ¿Qué pasaría si usáramos solo el 10% de ese tiempo para crear contenido útil, para impulsar causas sociales, para visibilizar historias que valen la pena?
Lo digo desde mi propia experiencia. Soy caficultor, campesino, y todos los días uso el celular para aprender, para mejorar mis procesos, para mostrar lo que hacemos en el campo. Me ha tocado ver cómo en redes se critica el trabajo de quienes cultivan, de quienes transforman, de quienes lideran. Se juzga el café sin conocer ni el suelo ni el esfuerzo. Y así como pasa con nosotros, pasa con cualquier oficio o causa.
El celular es solo una herramienta. Con él se puede sembrar comunidad o destruir reputaciones. Yo elijo usarlo para sembrar: respeto, conocimiento, diálogo. Para mí, eso también es cultivar país.
Ojalá más personas elijan lo mismo.








