Colombia ha redefinido en estos tres años del gobierno del presidente Gustavo Petro su rol como actor central en la defensa del planeta. Su narrativa exige justicia climática, transformación económica y una transición ecológica con protagonismo del Sur Global. Es una referencia crítica en la lucha contra el cambio climático y ha encontrado eco en América Latina y en diversos escenarios, posicionando al país como una voz crítica y disruptiva.
“Es la hora de la humanidad y no de los mercados», declaró el presidente Gustavo Petro durante la COP-27 en Egipto, en noviembre de 2022, reafirmando su apuesta por un liderazgo incómodo pero urgente que evidencie las causas estructurales del colapso ambiental.
Desde entonces, su discurso ha sido categórico: el mundo necesita replantear la forma producir y consumir antes de que sea demasiado tarde.
“La crisis climática es el principal problema de la humanidad; puede acabar la vida en el planeta», ha dicho el Presidente. Incluso, ha denunciado un sistema que considera insostenible y al que señala responsable del deterioro ambiental: “El capitalismo de muerte impulsa la destrucción ambiental y condena a los países del sur».
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Su propuesta más audaz ha sido exigir la descarbonización inmediata de la economía global y una transición justa que no excluya a los países del sur.
El país se ha comprometido a abandonar progresivamente su dependencia del petróleo, promoviendo una transición energética difícil, pero urgente.
Así, Colombia ha adoptado una posición crítica frente a las grandes potencias contaminantes, promoviendo un modelo de justicia climática en el que los países amazónicos reciban una compensación económica por conservar el ecosistema del Amazonas y detener el avance del extractivismo. Es cambio de deuda por acción climática.
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