Antes que nada, un mensaje de profundo pésame a las familias de los auxiliares de tránsito fallecidos en el lamentable accidente del pasado sábado. Su pérdida enluta a la ciudad.
Neiva no necesita más videos de obras pequeñas: necesita autoridad moral, liderazgo cívico y ciudadanos dispuestos a cambiar. Porque, en el fondo, no se trata solo de un nuevo alcalde: se trata de construir nuevos ciudadanos, para una nueva Neiva.
Una ciudad que no respeta la ley es el retrato más fiel de la ingobernabilidad. Lo que hoy vivimos refleja la falta de cercanía, liderazgo y comprensión de un gobierno municipal que en campaña prometió mucho, pero que se desorientó apenas se sentó en la silla del “señor feudal”.
Por más videos que el alcalde publique entregando parques, polideportivos o reparcheos, y por más que las empresas públicas registren utilidades históricas, lo que el ciudadano común está pidiendo a gritos es autoridad, seguridad y protección. El compromiso constitucional del alcalde es mantenernos unidos en un propósito colectivo, y ese propósito hoy no existe. La ciudad carece de orden, eficiencia y control.
Pero no podemos quedarnos solo en señalar al gobierno: el verdadero espejo de Neiva es el ciudadano. El mismo que exige seguridad, pero se salta el semáforo en rojo; el que reclama autoridad, pero invade el espacio público con la moto, el carro o con el parlante a todo volumen; el que pide cultura ciudadana, pero bota la basura en la esquina o destruye los parques recién entregados.
El neivano común ha olvidado que el respeto empieza por lo elemental: cumplir las normas de tránsito, cuidar los espacios compartidos, respetar al vecino y entender que la ciudad no es un botín individual, sino un patrimonio colectivo. Esa indisciplina no es menor: es la semilla de la ingobernabilidad. Porque un alcalde podrá prometer orden, pero si el ciudadano no pone de su parte, lo único que crece es el desorden.
Por eso, señor alcalde, Neiva no necesita campañas vacías con frases de cajón como “Neiva te ama”. Necesita una verdadera política de cultura ciudadana, seria, coherente y sostenida en el tiempo, que eduque, forme y transforme las actitudes cotidianas. No se trata de pintar murales, repartir volantes o grabar comerciales, sino de invertir con rigor en pedagogía social, en programas de convivencia, en formación escolar y comunitaria, en recuperar el orgullo de ser neivanos.
Neiva no cambiará mientras sigamos siendo los mismos ciudadanos. El desafío no está únicamente en pedir una nueva actitud al alcalde, sino en decidirnos a ser nuevos ciudadanos. Y ese cambio solo será posible si el gobierno local abandona los slogans sin sentido y apuesta de verdad por construir cultura ciudadana.








