Yamid Sanabria
Dos menores de edad fallecieron en la ciudad de Neiva de manera violenta; lo más preocupante es que según cifras de la personeria municipal ya suman 12 casos que pierden la vida en lo que va corrido del 2025, una situación que enciende las alarmas de instituciones y ciudadanía en general.
El primer hecho se presentó en el barrio La Paz, donde un menor de 13 años fue atacado con arma de fuego por dos sujetos que se movilizaban en motocicleta; y el segundo se presentó en el barrio José María Carbonell, en el cual se registro un doble homicidio por la modalidad de sicariato a un adolescente de 16 años de edad, en ambos casos llegaron sin signos vitales a los centros de atención médica.
En total se han presentado 43 homicidios en la ciudad de los cuales el 28% obedece a niños, niñas, adolescentes y jóvenes, con decesos producto de hurtos, sicariatos, rencillas o por sus propios padres. Entender estos hechos requiere un análisis en tres dimensiones como lo plantea el personero de Neiva Andrés Bastidas, primero por familias que no cumplen su rol de formación, cuidado y atención; el segundo de una sociedad que no brinda a los menores entornos protectores; y finalmente de instituciones débiles que no tienen inversión social en políticas públicas que sean efectivas.
En Colombia según el boletín estadístico entre enero a mayo de 2025 entregado por Medicina Legal se registraron en primera infancia (00-05 años) 17 homicidios; en infancia (06-11 años) 9 homicidios; y en adolescentes (12-17 años) 239 homicidios; siendo cifras que van en ascenso y resulta preocupante que por el número total de ciudadanos la capital opita de un poco más de 500 mil habitantes registre números tan elevados.
Finalmente, recuperar el tejido social implica una planificación familiar que no basta con lo económico, si no hay un componente afectivo; en la institucionalidad fortalecer los presupuestos para que los procesos sean a largo plazo y no solo para llenar listados de asistencia; y finalmente la corresponsabilidad comunitaria para fomentar el respeto por la vida; ojalá no veamos la relevancia hasta que toque a nuestra puerta.








