Por: Yamid Sanabria
Hace unos días el periódico El País de España publicó una noticia sobre el presunto complot que estaría organizando el excanciller Álvaro Leyva para derrocar al presidente Gustavo Petro, como un acto irresponsable y absurdo en mi concepto. No hay peor error para un estado democrático que sacar a sus dirigentes por vías opuestas a las constitucionales; sobrepasar esos límites pone en riesgo décadas de una democracia imperfecta pero funcional.
En los gobiernos es habitual las luchas de poder internas por la cercanía al dirigente; algunos lo logran por aduladores, capaces y otros impuestos por compromisos; pero en general todos dependen de la confianza que deposite el mandatario en sus acciones. En el caso de Leyva pasó de ser el canciller de relaciones internacionales (con una salida generada por la procuraduría general de la nación por el contrato de pasaportes) a un estado de “exilio” político que lo pudo llevar a decisiones equivocadas.
Como diría el adagio “no hay peor cuña que la del mismo palo”, Leyva califica al presidente de consumidor de drogas, entre otras fuertes aseveraciones que ahora toman sentido como parte de un engranaje para indicar la falta de competencias del presidente, con el fin de hacerlo dejar el cargo y llevar a la vicepresidenta Francia Márquez a ocupar su puesto, según los audios publicados. Una jugada poco inteligente, ya que la popularidad del presidente sube cuando es atacado, es un ambiente que ayuda a refirmar sus tesis de bloqueo institucional.
Uno de los hitos de izquierda más recordados de América Latina fue el derrocamiento de Salvador Allende en Chile en 1973 por un golpe militar que conllevó a la dictadura de Augusto Pinochet por 16 años; pero actualmente la configuración geopolítica del mundo a cambiado y hace que Estados Unidos esté nada interesado en este tipo de cálculos conspirativos de Leyva; ahora las formas de intervención son arancelarias para ejercer presión a sectores económicos y así incidir políticamente.
Finalmente, la carrera presidencial avanza de manera frenética, pero primero están las elecciones de Congreso que definen el panorama político nacional con Senado y la nueva configuración regional con Cámara de Representantes. Los golpes de estado no pueden ser considerados con ningún tipo de gobierno, la defensa del voto libre y universal es nuestra mayor ganancia histórica.
