Desde este 7 de agosto, Estados Unidos aplica un nuevo régimen arancelario impulsado por Donald Trump que afecta directamente a Colombia. El incremento de tarifas para productos clave podría encarecer exportaciones, reducir empleo y frenar el crecimiento económico.
DIARIO DEL HUILA, ECONOMÍA
“¡¡¡Es medianoche!!! ¡Miles de millones de dólares en aranceles fluyen hacia Estados Unidos ahora!”, proclamó Donald Trump en su red Truth Social, marcando el inicio de una nueva etapa en la política comercial estadounidense. La frase, cargada de tono triunfal, acompañó la entrada en vigor de un esquema arancelario que reconfigura las reglas del comercio internacional y coloca a Colombia entre los países más golpeados por la medida.
El trasfondo, según el propio presidente estadounidense, es la necesidad de reducir lo que él considera un “gran déficit” comercial. El nuevo marco, actualizado el 31 de julio, se implementó tras el vencimiento de una prórroga para negociar gravámenes que originalmente debía concluir el 9 de julio, pero que se extendió hasta el 1 de agosto.
A partir del 7 de agosto, la administración Trump estableció un arancel mínimo universal del 10 % para todos los países con los que Estados Unidos mantiene un superávit comercial, es decir, aquellos a los que vende más de lo que compra. En esta lista aparecen Colombia, Argentina y Chile.
El caso colombiano
Para Colombia, este 10 % se aplicará a la mayoría de productos que ingresen al mercado estadounidense, salvo algunas excepciones estratégicas como el petróleo, carbón, oro y otros metales preciosos. Sin embargo, uno de los sectores más expuestos es el de los metales industriales: acero, cobre y aluminio, que tendrán un arancel del 50 %. Este golpe es significativo, dado que Colombia exporta más de 600 millones de dólares en estos productos hacia Estados Unidos cada año.
El profesor Ulf Thoene, de la Escuela Internacional de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de La Sabana, advierte que las consecuencias serán inmediatas. “En Estados Unidos, los consumidores podrían enfrentar precios más altos en bienes como ropa y electrónicos. En Colombia, la medida reducirá el acceso a mercados, aumentará el desempleo y afectará industrias clave como textiles y materias primas”, señaló.
Efectos económicos previstos
El encarecimiento de los productos colombianos en territorio estadounidense puede traducirse en una pérdida de competitividad frente a otros proveedores. Esto impactaría directamente a las empresas exportadoras y, de forma indirecta, a miles de trabajadores.
Sectores como el textil y la agroindustria, que dependen de contratos estables con compradores estadounidenses, podrían sufrir cancelaciones o renegociaciones a la baja. Además, los precios internos podrían verse afectados si los productores nacionales redirigen su oferta al mercado local, presionando la oferta y demanda de ciertos bienes.
En términos macroeconómicos, la reducción de exportaciones implicaría menores ingresos fiscales para el país y una desaceleración en el crecimiento del PIB, en un contexto en el que la economía colombiana ya enfrenta presiones inflacionarias y desafíos de inversión.
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Posibles respuestas
Según Thoene, los países afectados tienen varias cartas sobre la mesa. Una es la imposición de aranceles recíprocos a productos estadounidenses, aunque esta vía implica riesgos: “Podría desatarse una guerra comercial que termine afectando aún más las economías de ambas partes”.
Otra opción es recurrir a instancias internacionales como la Organización Mundial del Comercio (OMC), que, en teoría, puede mediar en disputas, evaluar si las medidas violan las normas comerciales y proponer soluciones multilaterales. No obstante, el académico advierte que la efectividad de la OMC es limitada, ya que su influencia depende de la cooperación de los Estados, y Estados Unidos ha mostrado resistencia a acatar fallos que considera contrarios a sus intereses.
Un tercer camino sería la renegociación de acuerdos bilaterales, buscando excepciones o reducciones en los gravámenes, así como el fortalecimiento de alianzas con otros mercados, incluidos bloques como los Brics, para diversificar destinos de exportación.

Un contexto global más proteccionista
La medida de Trump se enmarca en una tendencia global hacia el proteccionismo comercial. En los últimos años, varios países han adoptado políticas arancelarias más agresivas para proteger sus industrias internas frente a la competencia extranjera. Sin embargo, estas políticas suelen generar represalias y tensiones que afectan las cadenas de suministro globales.
Para Colombia, la coyuntura exige un replanteamiento de su estrategia comercial. La dependencia de mercados concentrados, como el estadounidense, la hace más vulnerable a cambios súbitos en las reglas de juego. Expertos en comercio exterior insisten en la necesidad de ampliar el portafolio de socios y mejorar la competitividad interna para resistir embates externos.
Impacto social
El posible aumento del desempleo en sectores exportadores podría tener efectos sociales considerables, especialmente en regiones donde la producción de bienes destinados a Estados Unidos es una fuente central de ingresos. Las pequeñas y medianas empresas, que cuentan con menos recursos para absorber el impacto de los aranceles o reorientar su producción, serían las más golpeadas.
Además, si el flujo de exportaciones se reduce de forma sostenida, es probable que haya un efecto dominó sobre el consumo interno y la inversión, afectando la confianza empresarial y la estabilidad económica del país.
La entrada en vigor del nuevo régimen arancelario de Estados Unidos supone un desafío inmediato para Colombia. La respuesta del Gobierno y del sector privado será determinante para amortiguar el impacto y evitar que el golpe se traduzca en una crisis más profunda. Con el comercio internacional en plena reconfiguración, el país deberá actuar con rapidez, estrategia y visión a largo plazo para proteger sus intereses y mantener su competitividad.

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