Por: GERARDO ALDANA GARCÍA
Duele el vejamen del colombiano deportado a manos de guardias norteamericanos. Estoy seguro, como muchos colombianos que visitamos Estados Unidos, que en momentos en que se recibe la señalización de Colombiano Narco Traficante, Criminal, el padre de familia con sus hijos y esposa, o el joven soñador, o la mujer que quería un amor en el norte; incluso, los turistas nacionales que buscan una experiencia en Orlando o Nueva York, sabemos todos que este desprecio en tierra extraña duele; y mucho. Lo más básico, y por allí se puede empezar, es lo fatigante e intimidante es que, al saber que eres inmigrante, y qué peor que colombiano, te pongan una tinta color café sobre tus manos, disque para saber si has manipulado armas o químicos recientemente. Bueno, de ahí para delante y muy al tenor de como el gobierno Petro maneja la política exterior colombiana, los colombianos regresan al país esposados, menospreciados; con la autoestima hecha pedazos. Y bien, desde una posición objetiva, tendríamos que respetar las medidas del gobierno americano en el marco de lo que este considera como su seguridad nacional y preservación de su economía.
Efectivamente que hay millones de inmigrantes, dentro de ellos centenares de miles colombianos, que llegaron a Estados Unidos para hacer realidad su sueño; es decir, tras conquistar El Sueño Americano. Por cierto, un sueño muy particular que tiene la especial característica de quitarte el sueño a la persona para trabajar; si, así de real es. Si quieres gozar de las tecnologías, los autos, los grandes malls, allí en el país del norte; debes trabajar entre 12 y más horas al día. La calidad de vida en términos de compartir con tu familia, con tu esposa, se reduce significativamente todo por cuenta de tu inexorable deber de trabajar en procura de garantizar un ingreso para satisfacer tan apremiantes e indeclinables necesidades propias del entorno en El País de los Sueños; de los seudo sueños, digo yo.
Y si de repente el mismo colombiano vejado y humillado en un frustrante periplo por el norte, que ha padecido guardias severos o coyotes que devoraron los ahorros del iluso migrante tras la frontera entre México y Estados Unidos, reflexionara sobre las posibilidades reales que él mismo puede crearse en este país, Colombia, que es el suyo, el suyo propio en donde, si agudiza su olfato de emprendimiento, superando la fijación de empleado, subyacente en el inconsciente colectivo, seguramente encontrará que es más posible hacer realidad un sueño en Colombia, sin perder el sueño de cada noche, sin abdicar el derecho incontrastable de ser tratado como persona, como individuo, como connacional. Hay tantas historias que abruman y sorprenden entre quienes buscan el sueño americano; como, por ejemplo, el Ingeniero Mecatrónico que trabajaba para el Tramsmilenio en Bogotá, con un ingreso mensual de $4.500.000., y decidió dejarlo para sumarse a una aventura de llegar a EEUU como ilegal, lo que, a la postre, le traería todo lo contrario: un vuelo lleno de deportados desde EL Paso – Texas a EL Dorado de Bogotá. En otras circunstancias, cientos de colombianos pagan al menos $10.000.000., por persona, a coyotes para que los pasen en la frontera, sumando más costos previos para llegar hasta México, lo que puede llevar entre $15.000.000. y $20.000.000.; y, en recurrentes casos, pierden toda su inversión.
Entonces, surge la pregunta: ¿acaso con ese dinero no habría podido emprender un negocio de productos o servicios aquí en Colombia? O, el Ingeniero Mecatrónico, ¿no habría podido sumarse con recursos de crédito o impulso a las Mipymes a una iniciativa de una micro o pequeña empresa que le permitiese en algún momento desprenderse de su condición de empleado para volverse independiente? (creo que es justo reconocer que el salario del profesional antes mencionado no es despreciable en Colombia).
El entorno muestra que hay tantas necesidades del pueblo colombiano que se debe satisfacer a través de la economía de mercado; entonces, allí, en ese escenario surgen ilimitadas oportunidades para quienes desean aprovecharlas. Y, en tal sentido, las facultades de todas las universidades colombianas tienen bancos repletos de tesis y proyectos originados desde la concepción académica en función de tales necesidades. En realidad, pareciera inadmisible que centenares de jóvenes que tienen un estatus familiar y social apreciable en Colombia, muchísimos con formación técnica, tecnológica o profesional, prefieran renunciar al patrimonio cognitivo y de habilidades cosechado en el país, para ir a sufrir y vivir perseguido, con indignidad y temor diario a que, en cualquier momento, un guardia lo ponga en un avión de deportación, dejando todo lo que, con gran sacrificio, ha conseguido en el gran país del norte durante 1, 3, 5 o 10 años.
Pero, no puedo pasar por ser tan cándido en el planteamiento y dejar de reconocer las enormes dificultades que igualmente se viven en Colombia, especialmente con el momento actual que ya lleva cerca de 2,5 años de gobierno, en donde la falta de brújula y el desorden en la administración del país y la nación, constriñen el bienestar e impelen tal fuerza en la fe del colectivo social erosionándola hasta estadios de apabullante desconcierto. Pero creo que la solución no está por fuera; no es en EEUU en donde es más fácil de lograr. No es un tiempo fácil; y, sin embargo, todo será mejor si estás en tu país, en tu casa, en medio de quienes te conocen; en una nación en donde puedes exigir el respeto por tu pensamiento, por tu diferencia sin temor a la represión.
Colombia es un paraíso; no nos quede duda de ello. Aunque afeado por negros lunares de corrupción, narcotráfico, guerrillas y más; pero la anatomía nacional es colosal en riquezas naturales fruto de su territorio de tantos climas; de una sociedad de más de cincuenta millones de habitantes llamados a sobreponernos al oprobio de una pérfida minoría. Y es un país de gente buena, de ciudadanos que, cuando vemos a un extranjero, le abrimos la puerta; no así en lugares como el gran país del norte en donde, en muchísimos casos, la pueden estrellar en tu cara.








