Por: Mario Solano
Sorprendió el anuncio del Premio Nobel de la Paz en una persona que no hizo campaña, que no estaba interesada y menos aún pendiente de ganar dicho galardón. Es cuando vemos que los encargados de otorgar tan prestigioso reconocimiento encuentran una inspiración superior, una iluminación que los guía hacia individuos cuya voluntad de servicio y de mejorar el bienestar de sus compatriotas, se antepone radicalmente al anhelo de gloria personal. Este ideal encuentra la encarnación en la figura de María Corina Machado. Su nombre se conocio con fuerza en el marco de las últimas elecciones venezolanas, pero su lucha no es nueva, lleva décadas enfrentando a una dictadura que ha despojado a Venezuela de su libertad y su futuro. Su resistencia se ha forjado en el lugar más difícil: desde adentro. Ha sido una batalla que le ha costado su familia y la ha obligado a vivir en la clandestinidad para evitar convertirse en una más de las presas políticas del régimen. Venezuela ha visto a varios líderes que han hecho oposición, pero han terminado en el exilio o en mesas de negociación que, con frecuencia, solo sirven para legitimar al opresor. Han elegido, comprensiblemente quizás, la seguridad personal. Pero María Corina ha resistido desde el epicentro del conflicto, viviendo en carne propia la persecución, la amenaza constante, y no desde la comodidad del exterior. Su perseverancia ha desnudado la verdadera naturaleza del régimen y ha inspirado a millones que se sentían abandonados. La reacción de varios mandatarios de la región y del mundo ante su lucha ha sido, decepcionante. Sorprendió ver cómo algunos líderes, cegados por la ideología, ignoraron el clamor de un pueblo que sufre. Para ellos, la democracia es, un peón en su tablero geopolítico. Lo único que les interesa son sus propios beneficios y los de su reducido círculo de poder. Vimos la mezquindad en su máxima expresión, un recordatorio de que la defensa de la libertad a menudo encuentra más adversarios en los palacios de gobierno que en las calles. La lucha de María Corina Machado es el reflejo, de esa entrega total por los derechos de los demás. Aunque no busque premios, su valentía y su incansable resistencia desde el corazón de la tiranía la convierten en un faro de esperanza, no solo para Venezuela, sino para todos los que creen en la dignidad y la justicia.
