Por: Gerardo Aldana García
En casa de José Arcadio Buendía, el encumbrado soñador y descubridor de lo desconocido, desde cuya búsqueda fundó Macondo; el colosal líder que durante años se mantuvo enhiesto ante las crisis sociales de su entorno, el patriarca que actuaba con sinigual capacidad para dirigir su hogar yace ahora atado a un árbol de Castaño. Su mujer, Úrsula Iguarán y su propia familia, debieron tomar tan desgarradora decisión, solo para proteger a Buendía de su propia locura, y con ello a quienes lo rodeaban, dado que sus decisiones se empezaron a tornar incoherentes, inviables, mientras él seguía absorto en sus experiencias sensoriales que nadie comprendía, excepto él. José Arcadio estaba enfermo, y como tal, fue necesario que lo siguiesen tratando. Y pese a que estaba amarrado, lo que ya era un influjo de dolor a su persona, siempre tuvo el amor de su esposa y de sus hijos y seres queridos, quienes le amaban; también vivían la desventura de tan emblemático hombre de Macondo.
Este prefacio a mi columna de hoy lo hago luego de ser testigo de las recurrentes manifestaciones del señor presidente Petro, las que, al ser el primer mandatario, interesan y afectan a todos los colombianos; son manifestaciones que, si bien es cierto están a la orden del día para ser censuradas por sus opositores políticos, es evidente que tales pronunciamientos sorprenden y disgustan a la inmensa mayoría de los colombianos, incluyendo no solo a quienes votaron por Petro como opción, sino también a muchos de quienes son prosélitos del Pacto Histórico, conformando ya un coro nacional para preguntar: qué le pasa al señor Presidente. Y el Presidente, con toda convicción, pareciera no importarle el cuestionamiento de sus connacionales; por el contrario, sigue su propio dictado interior, desde su percepción sensorial, quizás más allá de lo que los mortales congéneres perciben, y entonces cada dos días o al menos una vez por semana, sale con un trino desconcertante e inadmisible, al venir del máximo líder nacional. No voy a detallar los tantos episodios que ya llenan la memoria de los twitter de Petro y que, creo quedan para la memoria histórica del país; pero sí, destaco al menos dos de ellos, como, por ejemplo, la fresca manifestación de considerar algo muy positivo el hecho de que Estados Unidos rompa el Tratado de Libre Comercio con Colombia, exaltando él (Petro) su beneplácito dado que nos pondríamos a sembrar maíz, dice, aplaudiendo esa probabilidad. Por su puesto que no se esmera ni un milímetro en sopesar las nefastas consecuencias que traería la medida en las exportaciones de renglones como el café y las flores, entre muchos otros. Frente a tal pronunciamiento, cualquier colombiano apenas se imagina el desespero, desamparo y frustración de los Ministros de Comercio, Industria y Turismo, de Hacienda, y de Relaciones Exteriores, al no saber qué rumbo tomar, pues mientras sus carteras cuidan las relaciones de mercados con el mundo, buscando no solo mantenerlas sino también mejorarlas, su jefe máximo hace gestiones para derrumbar logros que datan del gobierno de Cesar Gaviria y su Apertura Económica.
Y podríamos sumar otro preocupante twitter del presidente, cual fue la publicación al país y al mundo, de la ubicación concreta, con las coordenadas correspondientes, del lugar en donde se encontrarían campamentos del ELN, la guerrilla que, se supone, el Ministerio de Defensa y sus diferentes fuerzas, buscan para someter a las leyes colombianas. También es imaginable cómo se rascaría la cabeza el ministro a cargo; y si no él, los generales de la república, al quedar desconcertados viendo que sus esfuerzos de inteligencia son divulgados por su comandante en jefe, dejándolos sin argumentos frente al país, y con las manos atadas frente a la guerra que enfrentan. El señor presidente deja en evidencia que algo muy poderoso pesa sobre él al punto de desdibujarle la capacidad de dirigir sus ministros o controlar incluso a su familia, o mantener la relación de sus mejores amigos a quienes despide o desconoce, sin rubor alguno.
Estas manifestaciones del señor Presidente, unidas a tantas otras, acaecidas con mayor frecuencia en la medida en que su gobierno se acerca a cumplir el tercer año de su mandato, llevan a pensar, como ya muchos lo hacen, que Gustavo Petro Urrego, estaría enfermo. Y claro, para establecer como verdad verdadera, se requerirá de un dictamen serio, científico y honesto, emanado por un organismo con probidad en la materia. El caso es que, si el presidente está enfermo, no están bien muchas cosas, dentro de ellas, la severidad con la que se le trata cada vez que él trina. Y digo que no está bien, puesto que, si padece una enfermedad, física, psicológica, adictiva, etc, el sistema que lo alberga debería tener la consideración de darle el tratamiento médico que requiere, entre tanto que se deban disponer las condiciones para que su ejercicio de gobernante tenga la pausa necesaria hasta que él, como paciente, recobre sus aptitudes y pueda seguir gobernando. Parodiando el caso de José Arcadio Buendía, su familia y conciudadanos de Macondo, podrían haberle infligido toda clase de censuras o maltratos físicos o verbales, hasta el punto de hacerlo sucumbir, si desconocían que efectivamente el imperio de la razón había abandonado al excepcional hacedor y soñador macondiano.
Y los colombianos no deberían sorprenderse que el Presidente esté enfermo, y de que, en consecuencia, debieran adoptarse las medidas constitucionales establecidas para tratar la eventual situación; debemos recordar que el presidente es, ante todo, un ser humano. Suele pasar a diario, bien sea como jefes de hogar o gerentes de una empresa, que, por ruidos en la salud mental o física, los lideres deben ser tratados, lo que incluye, inexorablemente la liberación de este de sus responsabilidades, especialmente las que afectan a la familia o a la empresa, dado que, de seguir al frente de estas, en su condición de enfermo, puede llevar al fracaso a toda una familia, a la empresa; o, como en este caso, al país Colombia.
La salud del presidente, al parecer se trata como un secreto de Estado; sin embargo, sus más inmediatos colaboradores deben ser conscientes que, por más que el propio mandatario quiera seguir gobernando, habría razones médicas más allá de su propio control, que le impedirían continuar al frente del país, lo que deja de ser un interés personal, familiar o político del mandatario, para trascender hacia el interés nacional. El staff de confianza de la presidencia debe producir un resultado sobre la salud del presidente, en el que todos los colombianos puedan confiar, dado que la verdad se requiere antes de que sea demasiado tarde para el interés común. Entre tanto, es justo no someter al presidente a tantos vituperios; también es imaginable las crisis del presidente Petro cuando los miedos asalten su juicio, nublándolo y desestabilizando su poder de decidir acertadamente, sumiendo con ello, al tiempo, en un injusto, inadmisible y traumatizante desgobierno al país de todos: Colombia.








