Álvaro Hernando Cardona González
Este es un país dividido. Dolorosamente animado por algunos que lo hacen por “hacer política” y peor aún, dicen que no son segregacionistas, divisores o polarizadores, pero son los que más lo hacen. Y parece que todos, de una u otra manera, prefieren hacer parte de minorías que de una sola unidad o masa poblacional. Más aún, algunos, actúan contradictoriamente, reclaman el “pago” de una deuda histórica, para que los tengan como iguales, pero se hacen diferenciar, como los indígenas; que piden constantemente que se les otorgue derechos, pero son incapaces de cumplir con los mismos deberes que la mayoría de la población.
Por solo poner un ejemplo, en el Índice de Inclusión para educación superior (INES), del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior del Ministerio de Educación de Colombia hay una encuesta para docentes. La novena pregunta es: “Finalmente, y para uso estrictamente estadístico, le solicitamos contestar la siguiente pregunta: ¿Usted se auto reconoce como parte de alguna de las siguientes poblaciones? (puede seleccionar más de una): Afrocolombiana, Raizal, Palenquera, Comunidades Negras, Habitante de Frontera, Pueblos Indígenas, Pueblo Rrom, Persona con discapacidad, Persona con capacidades o talentos excepcionales, Persona en proceso de reincorporación, Comunidad LGBTIQ, Migrante y Ninguna”
¿Soy comunidad negra o afrocolombiana? Si respondo, “ninguna”, entonces, ¿qué soy? ¿Hay “nadies” para el sistema? La mayoría de los colombianos, no somos ninguna de las anteriormente descritas opciones, entonces, no solo no hacemos parte de ningún grupo y somos excluidos, discriminados, desiguales; no existen las mayorías en nuestro país. A los colombianos no nos unen, nos separan.
Entre tanto, el idealismo ambiental y la ingenuidad, nos llevó en el año 1974 (por iniciativa de Misael Pastrana Borrero) a incluir en el Código Nacional de Recursos naturales Renovables que estos recursos son patrimonio de la humanidad (art. 1 y 2). Y que los que se hallan en el territorio nacional, por regla general, son de dominio público: es decir, el agua, la flora, la fauna, el aire y el suelo, entre otros, son de todos; no importa el sexo o el género, ni la ideología, ni las creencias, ni el dato etario, ni el nivel económico; no seres humanos de colores, nada divide a los colombianos en el ambiente natural. Quienes somos creyentes, vemos en la naturaleza una muestra de divinidad, de el o los dioses, que sólo dividen entre malos y buenos, una división ética que ambientalmente procura conservación y recuperación o atentar contra la vida.
La segregación, el auspicio de minorías y divisiones, es propiciada por quienes no tienen ética, y si no la tienen, ni que se llamen ambientalistas.








