Por Johan Steed Ortiz Fernández
La movilidad de Neiva dejó de ser una urgencia técnica: hoy es una herida moral que atraviesa a la ciudad. Esa herida tiene nombre: SETP, un proyecto que debía cambiarlo todo y terminó reducido a una sigla que cada año promete, aplaza y decepciona.
El alcalde Germán Casagua llegó al poder criticando todo y prometiendo tener la solución. Dos años después, muchos ciudadanos sienten que gobierna más mirando a sus padrinos que a Neiva y que terminó peor que Gorky. Su primer gran acto de gobierno fue endeudar a Neiva por $80 mil millones, de los cuales $32 mil millones serán para comprar 30 buses que llegarán en 2026.
Pero dos años después, lo único concreto… son los buses. No hay rutas, ni recaudo, ni CISC, ni fondo tarifario, ni Patio Taller, ni operación. Y la demora para designar un gerente en propiedad del SETP refuerza la idea de que el proyecto no es prioridad, sino un trámite más que “puede esperar”.
Comprar buses sin sistema es como inaugurar un estadio sin equipo: sirve para la foto, pero es inútil para la ciudad. Hace once años, Neiva fue incluida en el CONPES 3756, con un costo total de $467.089 millones destinados a modernizar rutas, reducir tiempos de viaje, renovar la flota y construir la infraestructura necesaria para ofrecer un transporte digno. Hoy, en 2025, seguimos preguntándonos si este modelo todavía se requiere y si será la solución.
Neiva es una ciudad de 388.229 habitantes, con 152.542 vehículos circulando: 120.000 motos, 30.077 carros, 2.196 taxis y apenas 269 busetas deterioradas. Con este parque automotor, ¿es más urgente el SETP o la construcción y rehabilitación de la malla vial urbana? ¿Será autosostenible financieramente el sistema, cuando en Colombia casi todos los sistemas de transporte son subsidiados con recursos de los ciudadanos?
Lo del SETP es una vergüenza de años; una estafa a la paciencia de la ciudadanía y muestra de la falta de planeación y de la inoperancia de varios gobiernos. En movilidad, Neiva no ha “recuperado” ni el tiempo perdido ni la confianza de sus usuarios. El Ministerio de Transporte fue contundente: para recibir los giros nacionales, Neiva debía operar el 60% de las rutas, tener recaudo centralizado, control de flota y un fondo tarifario funcional. No cumplió nada. Suspendieron los giros: hay $100 mil millones congelados y riesgo de devolver recursos al Tesoro Nacional.
Aquí seguimos “recuperando” Neiva inaugurando ideas sin resultados, como la mentira llamada MIGO, “Movilidad Inteligente de Gestión Opita”, que se redujo a pegar stickers en las busetas para simular una transición inexistente. Una calcomanía no arregla un sistema; apenas cubre la vergüenza.
Desde 2013 nos prometen operación “el próximo año”. En 2021 aseguraron que el Patio Taller del Oriente se entregaría “entre diciembre y enero”. Se contrataron más de $13.000 millones, pero lo visible es una obra inconclusa y la frustración de 800 familias del sector de El Tesoro que esperaban vías, parque y empleo. En 2023 volvieron a prometer que en noviembre arrancaría el SETP. Noviembre llegó. Nada arrancó. La preoperación se aplazó, la transición nunca comenzó. El SETP sigue en el limbo y, mientras tanto, el transporte público se deterioró.
Rutas desaparecidas, frecuencias impredecibles y buses que generan más miedo que confianza. La mayoría de taxis circula sin aire en una ciudad de 35 grados, pero exige aumentos que no se reflejan en un mejor servicio. Y los días sin carro terminaron castigando a quienes madrugan y sostienen la economía, mientras premiaron a los contaminadores que llenan de humo a ciclistas y peatones.
Lo que vivimos hoy es la cosecha de once años de corrupción, improvisación y negligencia. El transporte público perdió usuarios, las empresas dejaron de invertir, el servicio empeoró, la informalidad explotó y la ciudad terminó en manos de las motos. En ese deterioro se perdió algo más grave: la vida. En Neiva personas han muerto por el mal servicio, por caídas cuando los buses arrancan sin esperar o por frenazos que lesionan a sus pasajeros, sobre todo a los adultos mayores.
Mientras el transporte formal se derrumba, el mototaxismo crece. Hoy más de 5.000 mototaxistas recorren Neiva. El mototaxismo no nació por capricho; nació porque el Estado abandonó primero el derecho a la movilidad. Donde la buseta dejó de pasar, llegó la moto; donde borraron la ruta, apareció el mototaxista. Y no: no todos son delincuentes. La mayoría trabaja honestamente. El problema es que sin autoridad ni control, delincuentes se camuflan entre ellos para extorsionar, robar o intimidar. La ciudad sufre la ausencia del gobierno, no el esfuerzo de quienes sobreviven.
La escena que resume todo la viví en la avenida La Toma: Javier, con el uniforme arrugado y mirando el reloj porque el bus no llegaba. “Uno termina montado en lo que haya”, me dijo. Era la voz de una ciudad cansada de esperar.
Neiva avanza como quien camina dentro de un espejismo: ve el sistema en maquetas, lo imagina en renders brillantes, pero cuando intenta tocarlo se deshace como un truco de magia. Una ciudad no debería acostumbrarse a vivir de promesas que no existen; una ciudad también tiene memoria. Después de dos años de gobierno, la movilidad no se “recuperó” en Neiva. Si seguimos esperando, será la ciudad la que deje de moverse. No por falta de buses, sino por falta de rumbo.








