Diario del Huila

¿Se cocinan aranceles para carros y motos?

Nov 13, 2025

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Esta semana se conoció que el Gobierno nacional está elaborando un borrador para subir los aranceles de importación para los carros y motos que operan a base de diésel y gasolina. La propuesta se filtró como si se tratase de algo menor, subir solo cinco por ciento el arancel ya existente. Pero en un país donde movernos ya es caro y complejo, cinco por ciento adicional a un arancel que desde mi punto de vista ya es excesivo, no es para nada un tema minúsculo.

Y mientras leía esto me cuestionaba, ¿quiénes habrán sido los genios detrás de semejante idea? Seguramente se trate de algún grupo de desconectados de la realidad del país, a quienes quizá tantos kilómetros recorridos en sus Toyotas les nubló la percepción. Parémonos en nuestros zapatos y empecemos por comprender que Colombia no es Estados Unidos; aquí de entrada los vehículos no son accesibles y son considerados un lujo. No contamos con opciones de leasings a diez años, ni tampoco tasas atractivas para la compra de motos o de carros, ni mucho menos una oferta amplia o barata. Aquí un carro de gama media termina costando lo que en Estados Unidos vale uno de lujo. Y a ese precio ya inflado, el Gobierno pretende ahora agregarle otra capa más con el argumento de la protección y la transición. Pero, ¿protección para quién?, ¿para el que recauda?

Leía en redes durante la semana como algunos influenciadores decían que el ajuste ayudaría a defender la industria nacional y que este solo afectaría a los más ricos. Y aunque ese cuento ya lo he oído antes, la cruda realidad es que a hoy Colombia no tiene ninguna industria automotriz capaz de soportar la demanda local. Si me ofrecieran un millón de pesos por nombrar una marca de carros colombiana me iría con la vergüenza y sin el millón. Y sé que existen plantas de ensamblaje en el país, pero son limitadas y para operar dependen de partes importadas. Así que dejemos la ingenuidad a un lado y entendamos que un arancel más alto no va a convertir a Colombia en un país productor ni tampoco impulsará ninguna industria local. Otro cuento sería si esta iniciativa estuviera atada a un macroproyecto país.

Pero existe un argumento ambiental más coherente y es que esta iniciativa gira en torno a la desincentivación de las tecnologías altamente contaminantes. Y para mí eso válido, y estyo de acuerdo con la necesidad de renovar el parque automotor con opciones más ecoamigables. Pero subir el arancel a la entrada de carros y motos de gasolina sin que existan previamente incentivos verdaderamente atractivos para tecnologías más limpias termina siendo un castigo para el ciudadano que tampoco goza de muchas opciones para elegir. Y sería deshonesto denominar eso como una transición, porque el mensaje que terminamos percibiendo los usuarios es que debemos pagar más por lo mismo y a la fuerza.

Pero lo que más me preocupa de todo esto es que el golpe, como casi siempre, se concentraría en las ciudades más pequeñas e intermedias, donde el transporte público es precario y la moto o el carro pequeño son la solución diaria de la mayoría de familias y profesionales. A esas poblaciones se les está diciendo que, por una decisión de algún erudito, tendrán que aplazar su sueño de adquirir carro o moto propia, o en el mejor de los casos irse a buscarlo al mercado de segunda mano. Lo que olvidan nuestros líderes es que cuando la formalidad se encarece, crece el contrabando y se incrementan las opciones más contaminantes e inseguras, que es lo que en un principio se busca reducir.

Al final, si la idea es de verdad fomentar el uso de alternativas ecoamigables, hay caminos menos perezosos que subir un arancel. Varios países de la región han propuesto iniciativas prácticas y fáciles de ejecutar, como un arancel o un IVA más bajo para vehículos híbridos y eléctricos, planes de subsidios a la chatarrización, o créditos más largos para motos que se utilicen para trabajar. Eso sí impulsa al cambio, porque se lograría abaratar la transición en lugar de encarecerla. Nuestros políticos podrían copiar estas y otras iniciativas sin tener que inventarse la rueda, poniendo el foco de sus propuestas en la premisa de facilitar el financiamiento de las opciones más ecoamigables. Todo lo demás el mercado lo regulará.  

Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,

Santiago Ospina López.

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