Una pequeña isla en el río Amazonas ha desatado un nuevo conflicto diplomático entre Colombia y Perú. La reciente creación de un distrito peruano en Santa Rosa reactivó una antigua disputa fronteriza, mientras Colombia advierte que está en juego su soberanía y la viabilidad comercial de Leticia.
DIARIO DEL HUILA, ANALISIS
En el corazón de la selva amazónica, una pequeña isla emergida del río ha puesto en jaque la diplomacia entre Colombia y Perú. Se trata de Santa Rosa, una isla de apenas unos kilómetros de extensión y habitada por unas 3.000 personas, cuya soberanía es motivo de controversia entre ambos países. A pesar de su tamaño, el territorio ha adquirido una importancia geopolítica inesperada y podría modificar no solo los límites binacionales, sino también el futuro del comercio fluvial y la conectividad de una de las regiones más estratégicas del continente: la Amazonía.
La reciente declaración del presidente Gustavo Petro, en la que aseguró que “el gobierno del Perú ha copado un territorio que es de Colombia”, desató un nuevo episodio de tensión con el país vecino. La afirmación, hecha a través de la red social X (antes Twitter), fue rápidamente rechazada por el gobierno peruano, que defendió su soberanía sobre la isla y lamentó lo que considera una desinformación por parte del mandatario colombiano.
«Lamentamos esto porque claramente el presidente no ha sido debidamente informado en estos asuntos», declaró el canciller peruano, Elmer Schialer, en conversación con medios internacionales.
El fondo del conflicto está en la propia geografía cambiante del río Amazonas, en cuya frontera fluvial de 116 kilómetros las islas emergentes han reconfigurado lo pactado por los dos países hace más de un siglo. Lo que alguna vez fue una línea fluida acordada por el cauce más profundo del río, hoy se ha vuelto un rompecabezas legal y diplomático.
Una frontera que se mueve con el río
El punto de partida de la actual disputa se remonta a 1922, cuando Colombia y Perú firmaron un tratado fronterizo que delimitó su territorio amazónico. A diferencia de una frontera terrestre tradicional, este límite fue definido por el “canal navegable más profundo” del Amazonas, una fórmula que, en su momento, se consideró justa debido a la dificultad de trazar límites estables en una zona fluvial en constante transformación.
Sin embargo, como señalan expertos en derecho internacional, el cauce profundo del río ha cambiado múltiples veces desde entonces, arrastrando consigo toneladas de sedimentos que han dado origen a nuevas formaciones insulares, como Santa Rosa. La aparición de estas islas no fue contemplada en el acuerdo inicial, lo que abre un vacío legal sobre su soberanía.
“Son islas de nadie, al menos hasta que ambos países no se sienten nuevamente a evaluar sus dominios”, explicó Walter Arévalo, profesor de Derecho Internacional de la Universidad del Rosario en Colombia.
El último gran hito conjunto en esta materia fue en 1929, cuando se asignaron oficialmente dos islas a Perú —Chinería y Ronda— frente a la ciudad colombiana de Leticia. Desde entonces, la Comisión Mixta Permanente para la Inspección de la Frontera (COMPERIF), encargada de revisar estos límites, ha estado prácticamente inactiva.
“Hay más de siete islas nuevas. Es urgente que la comisión binacional se reactive”, advirtió Santiago Duque, profesor de limnología de la Universidad Nacional.
¿A quién pertenece Santa Rosa?
Según el gobierno de Perú, la isla Santa Rosa es una extensión de la isla Chinería, una de las dos islas oficialmente asignadas a Lima en el acuerdo de 1929. De acuerdo con el canciller Schialer, lo que hoy se conoce como Santa Rosa no es una nueva isla surgida por sedimentos, sino una parte de Chinería que se separó temporalmente por un cambio en el cauce, pero que luego volvió a unirse geográficamente.
“No nació ni surgió, sino que formaba parte de Chinería. No solo fue peruana, sino que sigue siéndolo”, defendió Schialer.
Desde 1970, el Estado peruano ha ejercido presencia institucional en la isla, con oficinas de migración, aduanas y centros educativos. La formalización de esta ocupación se materializó en junio de 2025, cuando el Congreso de Perú aprobó la creación del distrito de Santa Rosa de Loreto con cabecera en la isla, lo cual encendió las alertas en Bogotá.
Por su parte, la Cancillería de Colombia emitió una nota de protesta en la que afirma que Santa Rosa “no ha sido asignada al Perú” y que cualquier determinación unilateral sobre islas surgidas después de 1929 contradice el marco de acuerdos bilaterales.
“Durante años, Colombia ha sostenido la necesidad de que se realice el trabajo binacional para la asignación de islas. La Isla de Santa Rosa no ha sido reconocida como territorio peruano”, declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores.
Leticia: el corazón amenazado de la Amazonía colombiana
Aunque la discusión parece centrarse en una isla de escasa población, las implicaciones van mucho más allá. Leticia, capital del departamento colombiano del Amazonas, podría quedar aislada del río homónimo en pocos años, de acuerdo con estudios recientes de la Universidad Nacional de Colombia.
Un modelo desarrollado por la Facultad de Minas y la Armada Nacional proyecta que, para 2030, el cauce principal del Amazonas dejará de pasar frente a Leticia durante la mayor parte del año, desviándose hacia el lado peruano. Las causas son múltiples: sedimentación natural, deforestación aguas arriba, y el cambio climático que modifica los patrones hidrológicos.
“Si no se actúa de inmediato, Leticia dejará de ser una ciudad ribereña. Las implicaciones van más allá de lo simbólico; son culturales, económicas y territoriales”, advirtió la profesora Lilian Posada García.
Para el presidente Petro, la consolidación institucional del distrito peruano en Santa Rosa afecta directamente el comercio fluvial de Colombia, pues Leticia podría quedar excluida del tránsito comercial, debilitando su función como puerto amazónico.

Una respuesta diplomática y política
En reacción a la decisión del Congreso peruano y al contexto geográfico que rodea el caso, el presidente Petro anunció que la conmemoración del 7 de agosto, fecha en la que se celebra la Batalla de Boyacá, se realizará en Leticia. El gesto busca enviar un mensaje simbólico sobre la soberanía colombiana en la región.
A su vez, el mandatario ha insistido en que el gobierno colombiano utilizará vías diplomáticas antes que cualquier otro tipo de respuesta, aunque calificó la decisión de Perú como una “violación unilateral” del Protocolo de Río de Janeiro, suscrito en 1934 como complemento al tratado de límites.
La última vez que Colombia alzó formalmente su voz sobre el asunto fue en julio de 2024, cuando el entonces director de Soberanía Territorial del Ministerio de Relaciones Exteriores, Diego Cadena, afirmó que Santa Rosa “no pertenecería al Perú” y que estaría “ocupada irregularmente”.
La protesta desató una respuesta inmediata del gobierno peruano, que reafirmó su autoridad sobre la isla. Pocos días después, el entonces canciller Javier González-Olaechea declaró que el tema estaba cerrado y celebró la “satisfactoria respuesta del gobierno colombiano”.

¿Un nuevo episodio en una relación tensa?
Las relaciones entre Gustavo Petro y su homóloga peruana, Dina Boluarte, han estado marcadas por la tensión desde 2022, cuando el presidente colombiano desconoció públicamente la legitimidad de su mandato tras la destitución de Pedro Castillo. Ese incidente derivó en la retirada mutua de embajadores, lo que deterioró las relaciones bilaterales.
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Aunque desde entonces las relaciones se habían ido estabilizando, el caso Santa Rosa amenaza con reavivar las fricciones. Para Sandra Borda, analista internacional de la Universidad de los Andes, el tema es mucho más que un gesto político.
“Ya desde el año pasado había gente en la Cancillería alertando a Petro sobre esta situación. Colombia corre el riesgo de que Leticia quede sin acceso al río, lo cual, estratégicamente, es fatal para el país”, dijo a medios internacionales.

¿Qué sigue?
La Cancillería colombiana ha solicitado formalmente la reactivación de la COMPERIF, la comisión binacional que debe revisar la asignación de nuevas islas. Este mecanismo, inactivo desde hace años, podría ser la vía más eficaz para resolver el conflicto por medios diplomáticos.
Para expertos como Walter Arévalo, el error está en haber dejado en pausa un proceso que, por su naturaleza, debía ser dinámico y continuo. “La frontera del Amazonas es viva, como el mismo río. No puede tratarse con los parámetros de fronteras fijas. Cada nueva isla es un desafío que requiere diálogo”, concluye.
Mientras tanto, la población de Santa Rosa sigue su vida bajo administración peruana, con servicios públicos, escuelas y presencia institucional. Colombia, por su parte, sostiene que aún no se ha tomado una decisión definitiva sobre la soberanía de ese territorio.
Lo que comenzó como un gesto legislativo del Congreso peruano para formalizar una jurisdicción, se ha transformado en una controversia diplomática que pone a prueba la capacidad de diálogo entre dos países históricamente aliados. Aunque la disputa por Santa Rosa no implica un conflicto armado, sí revela los vacíos jurídicos, ambientales y políticos que subsisten en las regiones más remotas del continente.
La manera en que Colombia y Perú resuelvan este diferendo sentará un precedente para otros casos similares en fronteras fluviales del continente. En tiempos de cambio climático, sedimentación acelerada y creciente presión geopolítica sobre la Amazonía, lo que ocurra en una pequeña isla puede redefinir mucho más que una línea fronteriza.

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