Por Alfredo Vargas Ortiz
Abogado y docente de la Universidad Surcolombiana
Doctor en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia
A estas alturas de mi vida puedo decir, sin temor a equivocarme, que he vivido el San Pedro en todas sus dimensiones: como espectador entusiasta, como estudiante integrando comparsas, como trabajador de temporada, e incluso como organizador y responsable de la seguridad, en calidad de Secretario de Gobierno y Convivencia. Desde cada uno de estos roles he podido constatar una verdad profunda: el Huila es uno durante el resto del año, y otro completamente distinto durante el San Pedro.
En estas fechas, la dinámica económica y social del departamento se transforma. El comercio se reactiva con fuerza, los vendedores ambulantes encuentran oportunidades únicas, la música inunda las calles, y todo un ecosistema de servicios —desde la gastronomía hasta el transporte, pasando por la hotelería, el turismo y la logística— entra en efervescencia. Es difícil imaginar a alguien en el Huila que no reciba, directa o indirectamente, algún beneficio de estas fiestas.
Pero más allá de lo económico, el San Pedro es una expresión poderosa de identidad cultural. Los trajes típicos que desfilan por nuestras calles, la interpretación magistral del Sanjuanero Huilense, la música de nuestros compositores y la alegría con que recibimos al visitante, convierten estas fiestas en una afirmación colectiva de lo que somos: un pueblo alegre, acogedor, orgulloso de sus raíces y dispuesto a compartirlas con el mundo.
La gastronomía regional, encabezada por el tradicional asado huilense, los tamales, la lechona, las mistelas, los insulsos y nuestra inconfundible arepa, no solo deleita paladares, sino que representa una oportunidad de oro para dinamizar la economía popular. Es reconfortante ver cómo pequeños y medianos emprendedores aprovechan este momento para ofrecer sus productos, generando ingresos y fortaleciendo el tejido social.
Además, el San Pedro es un escenario de inclusión y diversidad. Las comunidades afrodescendientes, indígenas, campesinas y urbanas encuentran espacio para visibilizar sus talentos, emprendimientos y expresiones artísticas. La feria artesanal, por ejemplo, se convierte en un punto de encuentro de culturas y regiones, donde el intercambio va mucho más allá de lo comercial.
Quiero aprovechar estas líneas para agradecer a quienes hacen posible esta celebración. Al alcalde de Neiva, Germán Casagua, y su equipo de la Secretaría de Gobierno, Cultura, Salud, Mujer y Oficina de Gestión del Riesgo, así como al gobernador del Huila, Rodrigo Villalba, y a sus respectivas dependencias. Por supuesto a maestros artesanos, profesores de danzas, escuelas de teatro, y los líderes de distintas expresiones artísticas en nuestro departamento. Quienes hemos estado detrás del telón sabemos que estos eventos exigen un enorme sacrificio logístico y humano, que merece ser reconocido sin reservas.
También es justo destacar el esfuerzo de los empresarios que, pese a las dificultades, sacaron adelante grandes eventos, como Harrison González con “La Combinación Perfecta” en alianza con Felipe Olave con el grupo Nación Huila Stereo. Al gremio turístico, que se desbordó en atención a propios y visitantes. Y a nuestras fuerzas del orden: al coronel Carlos Eduardo Téllez Betancourt, comandante de Policía del Departamento; al coronel Héctor Jairo Betancourt Rojas, comandante de la Policía Metropolitana de Neiva; y al coronel Henry Herrera Arenas, comandante de la Novena Brigada del Ejército. Su labor fue esencial para garantizar la seguridad y la convivencia.
En definitiva, el San Pedro no es solo una fiesta: es una afirmación de vida, una expresión colectiva de resistencia cultural, una apuesta por el encuentro y la alegría en tiempos difíciles. Tenemos que seguir trabajando para que el Huila siga siendo, como bien se ha dicho, un paraíso por descubrir. ¡Felicitaciones a todos y adelante!
