Durante la instalación de esta legislatura, la alocución presidencial nos pintó un país que vive en el paraíso, por su seguridad, el crecimiento económico, el empleo y el mejoramiento del sistema de salud, aunque –hay que destacarlo– aceptó el fracaso de la ‘paz total’.
Como plan dominguero invité a algunos amigos y familiares para que siguiéramos la sesión congresional. Durante toda la transmisión, permanecieron en estado de beligerancia, casi que como las barras bravas del Pacto Histórico. Mis invitados controvertían al unísono cada argumento, cada cifra oficial. Muy ofendidos con el orador, decían: “¿pero en qué país vive?”. Aunque –debo decirlo– la mayor crítica se la llevó el productor de la emisión, que ponchaba permanentemente los carteles de los parlamentarios oficialistas, muchos a favor de la “reelección”, pero no registraba las pancartas de la oposición que preguntaban “¿Dónde está su amigo Carlos Ramón?” y “¿Quién ordenó el atentado?”.
Mis acompañantes entraron en trance cuando irrumpió en el Salón Elíptico la voz de una congresista de provincia, decepcionada por haberle votado a Petro, quien supo interpretar el ánimo de la Nación y le reclamó al Presidente por su gestión. Fue categórica: “No hay un solo logro para mostrar”. Como se comenta en todas partes, en unos pocos minutos la representante Lina María Garrido puso los puntos sobre las íes y transmitió el sentimiento de frustración que hoy reina.
Fue magistral. No obstante, han intentado descalificarla con el argumento de que no ofreció estadísticas contrarias a las presidenciales. Si bien la réplica fue de alcance político, sobran cifras para controvertir el optimismo oficial.
Es cierto que el PIB está creciendo al 2,7 %. Pero es un exceso adjudicárselo a la política gubernamental y mucho más si se lo atribuye a específicas acciones oficiales en el campo agropecuario. Se dijo que gracias a las medidas para el sector cafetero se está jalonando este crecimiento, cuando lo cierto es que –según las cifras del Dane– la actividad cafetera decreció el primer trimestre del año un 3,6 % y son los precios internacionales los que favorecen el desempeño de esta industria. También se manifestó que, gracias a una gestión con Monómeros, se amplió la oferta agrícola a lo largo del país, con fertilizantes a precios de ocasión, a pesar de que es público que su producción apenas surte la cuarta parte de la demanda nacional. Por contraste, no se mencionó la situación de actividades que dependen directamente de decisiones palaciegas, como la minería, que sigue en barrena, decreciendo al 5 %, o la construcción, que tiene un desempeño negativo del 3,5 %, mientras la industria manufacturera apenas levanta cabeza con un crecimiento inferior a la mitad del PIB total.
El desempeño de la demanda agregada es lo que más ha contribuido al crecimiento económico, tanto por el volumen de remesas como por el aumento del salario mínimo de los últimos tiempos. Petro dijo que, gracias a él, la clase trabajadora ha recibido recientemente los incrementos más importantes del salario mínimo. Eso no es cierto. El incremento más alto del salario mínimo, medido en términos reales (puntos por encima de inflación), como a él le gusta, fue en el 2022 (5,1 %), en el gobierno de Iván Duque. Los incrementos reales han sido menores durante la administración Petro: 2,9 % (2023); 2,7 % (2024) y 4,3 % (2025). Se afirma con euforia que el sistema de salud tiene mejoras sustanciales, pero los ciudadanos han aumentado sus quejas y tutelas en un 35 %. Y la falta de medicamentos ha terminado haciendo más graves las cosas; no es por acaparamiento, sino por problemas contractuales entre las farmacéuticas, las EPS y las IPS, según el Invima, lo que se refleja en escasez de insulina y también de inmunosupresores y anticompulsivos, entre otros.
En seguridad el Gobierno se atribuyó grandes logros, mientras el homicidio sigue creciendo (3 %), el número de víctimas de secuestro aumenta un 53 % y los actos de terrorismo crecen al 10 %, según cifras oficiales de junio y, para no olvidarlo, hay un precandidato en cuidados intensivos. ¿Se necesitan más cifras?









