En un modelo serio de reivindicaciones, los sindicatos colombianos tendrían mucho que aprender del comportamiento de sus pares alemanes. En lugar de promover solo la protesta, los alemanes apostaron por la codeterminación: incluir a los trabajadores en los consejos directivos de las empresas para que comprendan, desde adentro, los retos del mundo empresarial. Así, construyen sociedades más justas desde el diálogo y la corresponsabilidad.
En Colombia, sin embargo, la moda es otra. Aquí, cualquier causa se envuelve en el lenguaje de la “reivindicación histórica”: el derecho a ocupar universidades por parte de colectivos ajenos y distantes de la vida académica, el derecho a la seguridad sin autoridad, o el derecho a la salud a través de consignas vacías como el “shu shu”.
Pero volvamos a lo esencial. Muchos sindicatos –en especial en nuestro departamento– reclaman derechos sin hablar de productividad, de vocación de servicio o de resultados. ¿Cuántas entidades públicas en verdad están comprometidas con el ciudadano? ¿Cuándo fue la última vez que alguien elogió el trato de un funcionario público o sintió su solidaridad?
Ahora se volvió “popular” salir a la calle no para exigir eficiencia, sino para exigir más Estado, más burocracia, más división entre ciudadanos. Se habla de justicia social mientras se heredan puestos, se promueven castas laborales y se invisibiliza a quien produce y genera empleo.
Si de moda se trata, que se ponga de moda entonces reivindicar a las empresas que sí producen, a los funcionarios que sí sirven, y a los trabajadores que no solo exigen, sino también proponen, se capacitan y se comprometen.
Feliz Día del Trabajador. Y toda mi admiración para el empresario valiente que, a pesar de todo, sigue generando ese empleo que tanto necesita Colombia.








