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Recuperar la empatía en las crisis humanitarias: una mirada desde el cáncer

Abr 11, 2025

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Por:

HAROLD SALAMANCA

En medio de las múltiples crisis humanitarias que enfrenta el mundo —guerras, desplazamientos, inseguridad alimentaria, colapsos climáticos— una silenciosa tragedia avanza sin tregua: el cáncer. Más de 20 millones de personas serán diagnosticadas este año, y 10 millones perderán la vida, según datos de la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC). En contextos de crisis, el acceso a servicios oncológicos se convierte en un privilegio inalcanzable para millones, especialmente mujeres, niños y poblaciones desplazadas.

La pregunta que debemos hacernos hoy es profunda: ¿sigue viva la solidaridad mundial frente al cáncer como problema humanitario global?

La pandemia de COVID-19 dejó lecciones valiosas. Durante la emergencia, el mundo unió recursos, eliminó barreras regulatorias y demostró que cuando la voluntad política se alinea con la empatía, la acción es posible. Esa misma determinación es urgente para abordar el cáncer en contextos vulnerables. No podemos permitir que la geografía o el nivel de ingresos definan las probabilidades de supervivencia de una persona diagnosticada con cáncer.

Hoy, aún más del 70% de las muertes por cáncer se producen en países de ingresos bajos y medios. Muchas veces, los pacientes enfrentan la cruel decisión de comer o tratarse. Esta realidad es, por definición, una crisis humanitaria. Recuperar la empatía es, entonces, reconocer que el cáncer no es solo una enfermedad biológica, sino un fenómeno social, económico y profundamente humano.

Desde Colombia y América Latina hemos aprendido que las redes de cuidado, las políticas públicas inclusivas, la cooperación internacional y la voz activa de la sociedad civil son caminos viables hacia la equidad. La prevención, la vacunación contra el VPH, el tamizaje oportuno y el acceso a tratamientos innovadores deben ser derechos garantizados, no privilegios reservados.

Recuperar la empatía es también elevar la conversación: ver en cada paciente no un caso, sino una historia, una familia, un futuro. La solidaridad mundial debe expresarse en fondos, acciones y voluntad política que reconozcan que enfrentar el cáncer en zonas vulnerables no es un lujo, sino una deuda de humanidad.

Porque, al final, la verdadera grandeza de una sociedad no se mide por cómo trata a los más fuertes, sino por cómo cuida de los más vulnerables. El momento de actuar es ahora. Construyamos un futuro donde el cáncer no sea una sentencia, sino un desafío que enfrentamos con decisión, equidad y compasión. hsalamanca@fundacionsalbo.org

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