Hay noticias que por más que las lea en fuentes oficiales, me siguen pareciendo falsas. Puede que esto se deba a que las fuentes oficiales hoy se usen como propaganda estatal y hayan perdido toda credibilidad. Pero, el caso, es que la semana pasada me topé con una noticia donde leía que el presupuesto nacional para 2026, proyecta que el Ministerio del Deporte pasará de recibir 1,2 billones en 2022 a apenas 312 mil millones para el año entrante. Esto quiere decir que en este gobierno “del pueblo” se recortó casi el 74% de los recursos públicos que se destinaban al deporte, que desde todo punto de vista es una industria que genera salud, dignidad y comunidad a los colombianos. Y pese a que, según las estadísticas el colombiano lo practica y lo disfruta cada vez más, incluso en familia, nuestros gobernantes deciden desfinanciarlo hasta dejarlo al borde del colapso. Si la situación para los deportistas, o para las instalaciones deportivas siempre fue paupérrima, imagínense cómo estará hoy que le quitaron, en cuestión de unos años, 7 de cada 10 pesos que recibía.
Para nuestros políticos el deporte pareciera ser solo una moda de medallas, banderas e himnos. No lo ven como un camino de disciplina y superación para los millones de jóvenes que encuentran en él una alternativa para la violencia o las drogas, pese a tantas declaraciones de deportistas profesionales que lo han mencionado públicamente. Siempre he sido crítico de cómo Colombia distribuye su presupuesto, porque todo se va en gastos del Estado, poco se invierte. Y el deporte es quizá de lo poco que en realidad sí le podemos invertir, pues invertir en deporte es también invertir en salud pública. Ya esta más que probado en estudios de universidades como Harvard y Columbia que el gasto público en hospitales se reduce considerablemente cuando se fomenta la actividad física. Y en adición a esto, el deporte genera un nivel de orgullo incomparable y que compartimos como comunidad, porque cuando Mariana Pajón levanta la bandera en el podio, o cuando James besa el escudo después de marcar un gol, nos esta representando a todos, y más importante aún, está generando alegría para un pueblo que cada día se sume más en la desesperanza.
Por eso me molesta tanto ver cómo un gobierno que se definía como “el más social”, recorta de una manera tan drástica los apoyos a un sector profundamente social e inclusivo. Se invierte en muchas cosas, algunas necesarias, otras no tanto, pero cuando se trata de lo que sí construye tejido, ahí sí prefieren ahorrar. ¿Dónde está su coherencia política señores congresistas?
En Colombia a los deportistas se les sobre exige resultados, y todos nos montamos en su bus cuando ganan. Pero detrás de cámaras todos sabemos que la mayoría entrenan con recursos propios, pidiendo prestado, caminando kilómetros porque tienen que decidir si pagar el transporte, o comer. Sus patrocinios son a medias, si es que tienen el lujo de contar con uno, y les toca resolver con rifas y recolectas. Y ahí es donde uno empieza a comprender a figuras como Juan Pablo Montoya, tan criticado en su momento cuando decía que no le debía nada a Colombia. Hoy lo pienso, y tal vez Montoya tenía razón, ¿qué le debe un deportista a una nación que no lo respaldó cuando más lo necesitaba?
Mientras tanto, nosotros, los ciudadanos, pagamos impuestos que se pierden en clientelismo, corrupción, o que un político de turno se gane 50 millones mensuales y otros 50 más para su equipo de trabajo. Todo con recursos nuestros. Y el gobierno, en lugar de fortalecer lo que sí nos importa como sociedad, se nos dice que no hay plata. Que todas las reformas tributarias que nos clavan cada 2 años no alcanzan ni siquiera para las pocas industrias que generan esperanza y futuro.
El deporte es un sinónimo de salud, bienestar, comunidad, esfuerzo y valores. Pero con este recorte, también es reflejo del país que seguimos siendo, del cambio que nunca fue, y de los discursos que se quedaron en promesas de campaña.
Con el aroma de un café 100% huilense, los saludo,
Santiago Ospina López.








