Por Sergio Trujillo
Diputado Asamblea del Huila
En las veredas de nuestro Huila se reclama con urgencia el restablecimiento de lo fundamental: la protección de nuestras niñas, niños y adolescentes. Hoy, esa urgencia se hace aún más latente: el reclutamiento de menores en el departamento ha subido un alarmante 41%. Esa cifra es altamente preocupante y amerita un grito de auxilio para salvar la infancia huilense.
Cuando un niño abandona su pupitre para tomar un fusil, cuando una niña deja el cuaderno y se adentra en la lógica del conflicto, algo muy grave está fallando: la escuela, el hogar, el juego, el futuro se convierten en promesas incumplidas. Y es nuestra obligación moral, política y social decir: basta.
El Derecho Internacional Humanitario y los convenios de derechos de la niñez, ratificados por Colombia, son claros: las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a vivir sin violencia, a formarse, a jugar, a crecer con dignidad. Cuando son involucrados en el conflicto, se les arrebata esa condición de niñez, se vulneran sus derechos fundamentales. No es solo una infracción legal, es un crimen contra su dignidad.
En el Huila -en algunos municipios y en las zonas más vulnerables- los retos que enfrentamos no pueden servir de justificación, Al contrario: es allí donde más debemos actuar, reforzar la presencia del Estado, la protección social, la educación de calidad, los entornos seguros para que la niñez esté a salvo.
Como diputado me comprometo a trabajar para que cada menor recupere su lugar en el aula, porque la comunidad, la familia y las instituciones vean en ellos una posibilidad de futuro. Pero también hago un llamado a todos los huilenses: madres, padres, líderes comunales, maestros, autoridades locales. Vigilemos juntos. Si vemos un joven que debiera estar en clase -y está en riesgo de ser captado por la violencia- reaccionemos, denunciemos, acompáñenos.
La paz y el desarrollo del Huila no se construyen con menores en armas, sino con menores en clases, con comunidades que les apuestan al mañana, con una región que apuesta a su capital humano antes que a su militarización. Cada niña que vuelve al aula, cada niño que retoma su juego, es una victoria de la vida sobre la muerte, de la esperanza sobre el miedo.
Hoy, invito a que juntos digamos: esta infancia es sagrada, este Huila merece una generación libre del conflicto. No permitamos que el monte se convierta en escuela de la violencia. Exijamos que sea la escuela la que forme ciudadanos libres, soñadores, constructores de nuestra tierra. Porque, al fin y al cabo, proteger la niñez es honrar al Huila que queremos.
