Diario del Huila

Rechazo a la violencia

Ago 15, 2025

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Ruber Bustos Ramirez

Conocí a Miguel Turbay. Lo saludé, compartimos espacios y fui testigo de su compromiso con las comunidades. En los pocos minutos que traté con él, se mostró como una persona humilde, sencilla y trabajadora. Era un líder que creía en el diálogo, en el trabajo conjunto, en la posibilidad de transformar desde el territorio. Su asesinato no es solo una pérdida personal o política: es un nuevo golpe al corazón del país.

Como campesino, como ciudadano, rechazo con total firmeza este crimen. Miguel no es el único. Su muerte se suma a una larga y dolorosa lista de líderes sociales y políticos que han sido asesinados por levantar la voz, por organizar, por proponer, por no quedarse callados.

En lo que va de 2025, han sido asesinados al menos 97 líderes políticos en Colombia. Según datos de la Defensoría del Pueblo y organizaciones como Indepaz, entre enero y mayo se registraron 71 homicidios de líderes sociales, y desde 2016 ya son más de 1.500. La ONU, por su parte, ha recibido 129 denuncias de asesinatos de defensores de derechos humanos este año, aunque solo ha podido verificar 41 casos. ¿Hasta cuándo?

Estas cifras no son solo estadísticas. Detrás de cada número hay una historia, una familia, una comunidad rota. Lo más grave es que nos estamos acostumbrando. Que ser líder en Colombia parezca una sentencia, y que la respuesta estatal y social no esté a la altura del problema.

Esto es un llamado urgente a la sociedad en su conjunto. Porque el Estado no es solo el gobierno: el Estado somos todos. Y si no reaccionamos, si no exigimos justicia, si no protegemos la vida de quienes lideran desde los territorios, estamos siendo cómplices por omisión.

Colombia necesita unidad. Necesita garantías para que pensar distinto no cueste la vida. Necesitamos que no haya más familias enterrando a sus seres queridos por el simple hecho de servir. Porque cuando asesinan a un líder, no solo matan a una persona: intentan silenciar a toda una comunidad.

Yo sigo aquí, en el campo, con la esperanza intacta, pero también con la claridad de que esto no puede seguir así. Miguel no puede ser solo otro nombre en una lista. Su memoria, y la de tantos otros, debe convertirse en una razón más para luchar por un país donde la vida se respete.

No se trata de ideologías. Se trata de humanidad.

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