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Reacomodo en el Gobierno tras derrota en la Corte Constitucional

Sep 4, 2025

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La derrota del Gobierno en la elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional ya cobró sus primeras consecuencias: la Casa de Nariño pidió la renuncia de tres ministros, en medio de un reacomodo político que busca recomponer las debilitadas alianzas en el Congreso.

DIARIO DEL HUILA, NACIONAL

La elección de Carlos Camargo como magistrado de la Corte Constitucional no solo dejó en evidencia la fractura en las alianzas políticas del Congreso, sino que también abrió una tormenta dentro del propio gabinete del presidente Gustavo Petro. Tras la votación en el Senado, fuentes en la Casa de Nariño confirmaron que, a los ministros de Trabajo, Antonio Sanguino; Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, Julián Molina; y Comercio, Diana Marcela Rojas, ya se les habría solicitado la renuncia.

El detonante fue la derrota que sufrió el Gobierno con la aspiración de María Patricia Balanta, la candidata que el propio mandatario había respaldado con la instrucción expresa a su bancada de apoyarla. Sin embargo, la votación terminó inclinándose a favor de Camargo, impulsado por sectores de la oposición y con un respaldo inesperado de congresistas liberales y del partido de ‘la U’, que en teoría estaban comprometidos con la aspiración de Balanta.

Una advertencia previa

La decisión presidencial no tomó por sorpresa a los ministros afectados. Desde comienzos de semana, Gustavo Petro había advertido públicamente que la elección definiría el futuro de las alianzas en el Congreso y que, de no resultar elegida Balanta, habría un reacomodo político.

“La elección de la nueva magistrada o magistrado definirá todo el cuadro de alianzas en el Congreso. No podemos ceder a quienes han apoyado el fascismo”, había señalado el lunes el jefe de Estado.

En ese contexto, los ministros fueron citados desde la Casa de Nariño antes de la votación. Allí les dejaron claro que, si Balanta no alcanzaba el cargo, su permanencia en el gabinete quedaba en entredicho. Según confirmaron fuentes cercanas a los funcionarios, la instrucción fue tajante: la continuidad dependía del resultado.

El pulso en el Senado

La elección del nuevo magistrado de la Corte Constitucional se convirtió en uno de los pulsos más intensos de los últimos años en el Senado. Carlos Camargo, exdefensor del Pueblo, arrancó con una candidatura sólida, respaldada principalmente por sectores de la oposición. Balanta, aunque no era considerada una ficha petrista ni de izquierda, se convirtió en la apuesta del Gobierno y del oficialismo, que buscaban cerrarle el paso a Camargo.

En un comienzo, los cálculos parecían favorecer a Balanta. Contaba con apoyos de algunos sectores de ‘la U’, incluidos los cercanos a la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro; de liberales, verdes y, por supuesto, de la bancada de gobierno. Sin embargo, en el tramo final de la votación, los respaldos se diluyeron y la ventaja de Camargo se consolidó.

El resultado sorprendió por la amplitud: 62 votos a favor de Camargo contra 41 para Balanta. Una diferencia de 21 votos que evidenció que varios congresistas que habían comprometido su apoyo a la candidata respaldada por Petro terminaron sumándose al exdefensor del Pueblo.

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Reacomodo de fuerzas

La derrota dejó al Gobierno en una posición incómoda, pues la apuesta por Balanta se había convertido en una prueba de fuego para medir la solidez de sus alianzas en el Legislativo. La lectura en la Casa de Nariño es que los sectores representados en los ministerios de Trabajo, TIC y Comercio no cumplieron con el respaldo esperado, y por ello el presidente decidió solicitar la renuncia de sus cabezas.

La salida de Antonio Sanguino, Julián Molina y Diana Marcela Rojas se enmarca así en una estrategia de reacomodo político. Con ello, Petro busca enviar un mensaje de autoridad y redefinir su gabinete con ministros que garanticen lealtad plena a las orientaciones del Ejecutivo en un Congreso cada vez más fragmentado.

Un mensaje a las bancadas

Más allá de la recomposición en el gabinete, la movida presidencial tiene un trasfondo claro: advertir a las bancadas aliadas que la lealtad no es negociable y que la Casa de Nariño cobrará factura a quienes se aparten de la línea del Gobierno.

La elección de Camargo, además, representa un triunfo simbólico para la oposición, que logra ubicar a un hombre cercano a sus intereses en una de las cortes más influyentes del país. Para Petro, en cambio, significa un golpe político que obliga a replantear no solo su estrategia en el Legislativo, sino también el manejo de su coalición.

En ese escenario, el reacomodo ministerial aparece como el primer paso de una estrategia más amplia que buscará recomponer fuerzas de cara a los nuevos debates que se avecinan en el Congreso, en particular las reformas que el Gobierno insiste en sacar adelante en lo que resta de su mandato.

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