Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
Recuerdo que cuando cursé el cuarto grado de educación primaria en el municipio de Gigante, con la orientación de unas excelentes docentes, el primer semestre en la Colonia Escolar Heliodoro Rozo (docente: Biley Hoyos), hoy Institución Educativa Dorian Sierra Ríos; y el segundo semestre en el desaparecido colegio Gimnasio Andrés Bello (docente: Doris Motta), de propiedad del inolvidable profesor Ernesto Moya, aprendí lo referente al proceso comunicacional, tema de esta columna.
Por cosas del destino, en mi ejercicio como catedrático universitario durante los últimos dieciocho años, he tenido la oportunidad de orientar algunas asignaturas relacionadas con este importante tema, como son, gestión de la comunicación, semiología y comunicación, y expresión oral y escrita; y cada vez que narro a los estudiantes cómo funciona el proceso comunicacional, recuerdo a las mencionadas profesoras.
En ese entonces, dicho proceso se enseñaba tal cual como hoy se imparte, en donde se mencionaban los elementos de la comunicación: emisor, receptor, canal, código, mensaje, retroalimentación, contexto y ruido; con una diferencia, la retroalimentación o feedback, el contexto y el ruido, eran menos significativos y el mensaje fluía con mayor eficacia porque había menos distractores (ruido).
En el pasado se le daba mucha importancia a la escucha, al respeto y al silencio mientras el emisor se expresaba, de hecho, nuestros padres nos recordaban aquella frase del filósofo Zenón de Citio que reza que “la razón por la que tenemos dos orejas y una sola boca es porque tenemos que escuchar más y hablar menos”.
Pero hoy en la actualidad, una cosa es lo que uno dice y otra la que las personas captan o entienden, y la tergiversación, la mala interpretación y el metafóricamente hablando “teléfono roto”, se convierte en el pan de cada día; pero sumémosle a esto las noticias falsas, el chisme sumado a buenas dosis de envidia, la calumnia y varios etcéteras que fluyen a través de las redes sociales, instrumentos estos, mayores generadores de ruido (distractores).
Y no nos confundamos, el internet con sus aparatos electrónico y las redes sociales, pueda que estén con el volumen bajo, pero con la dependencia que generan, menoscaban la capacidad de concentración de las personas y por ello es tan difícil lograr captar la atención del público y generar con esto una comunicación fluida y eficiente, en donde el mensaje sea captado tal cual es emitido y como producto de ello se produzca una retroalimentación, generándose con esto un diálogo empático con mensajes claros y entendibles.
Muchos problemas hoy en día son el resultado de la mala comunicación, de la pésima manera de comunicar y de la terrible falta de disposición para escuchar. Por ello, es fundamental expresarnos claramente, pero también es vital escuchar atentamente, porque aunque se presenten tantas anomalías en este proceso, si ponemos de nuestra parte, este aspecto puede mejorar ostensiblemente.
