Diario del Huila

Poemas más allá de la personalidad

Abr 21, 2025

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Por: Gerardo Aldana García

“Las edades pasan por la vida y el gozo de hoy se asombra del estoicismo de ayer. Las décadas que se volvieron blancos cabellos nos dejan ver cuántos individuos reclaman espacio en nuestra casa”.  A propósito de la semana mayor que acaba de terminar, este breve relato contendido, a manera de proemio en un segmento del poemario Mujer del Olimpo, publicado en 2019 por Altazor Editores, autoría del suscrito columnista, permite la inmersión en el mundo interior de alguien que indaga sus propias sombras o, tal vez, los recónditos espacios en los que habita la luz inmanifestada con la que sueña, pero que no puede describir. En este fragmento es posible advertir el asombroso hallazgo de un ser humano cuando descubre que dentro de sí mismo vive una comunidad de individuos; tal vez, pasiones, deseos, frustraciones, imaginarios, temores, sueños, etc., que, de forma alternada, pujan por lograr la prioridad de puesta en escena en la mente de la persona. Algunos escritores como el armenio George Ivánovich Gurdjieff, contextualizan este tipo de razonamiento bajo la perspectiva conocida como: La Auto Observación, denotando un camino para el auto conocimiento y desarrollo interior dentro de su conocido sistema de La Cuarta Vía. El punto es que, en una Semana Santa como la del presente año, no solo el pueblo católico y cristiano, sino también otras corrientes de pensamiento que gravitan en torno de la figura de Jesucristo como un símbolo de energías cósmicas que trascienden al histórico Jesús de Nazaret, han encontrado en templos, altares, monasterios y lugares de retiro, un estimulante pretexto para darse un viaje al interior de su propio mundo, al microcosmos hombre, como lo describen filósofos tan antiguos como Anaximandro, en la antigua Grecia. Y, seguramente, este periplo cuyo tiquete ha sido la disposición psicológica orientada a acallar la mente y sentir los mensajes de su propio ser, habrá producido estados de conciencia en donde le resultaría posible reconocer errores y oportunidades de mejora, como dirían los expertos en sistemas de gestión de calidad.

En otro escenario del mismo poeta y dentro de la publicación comentada, aparece el poema titulado: Sacerdote, que dice: Entre muros de ilusoria virtud, escondo al mundo mi natural impulso. Privado del delirio de íntimos deseos, desfallezco ante espíritus que desgastan mi honradez. Luego de viajar plácido por el imaginario de célibe, imploro a mi Dios el perdón del goce inconfesable, aquel que Lucifer me concede en la cárcel de mi soledad. En una confesión silenciosa y personal, un hombre que ha endosado sus matices masculinos en una negociación clerical que lo constriñe no solo a la soltería sino también a la pecaminosa práctica de la sexualidad con una mujer, se presenta contrito y a la vez lacónico, para pintar el infierno que vive en sus más íntimos momentos cuando el deseo unido a un erotismo irrenunciable, lo lleva a ceder plástico ante impulsos naturales con los que sacrifica sus ideales monásticos, creándole, tal vez, sentimientos de inconfesable culpa. Es posible que el poema permita imaginar la puesta en escena de innumerables sacerdotes católicos que, desde el altar en el que oficiaban el sermón de las siete palabras o la misa de resurrección del Rabí de Galilea,  sintieran cómo sus ojos se posaban en el corpiño de mujeres piadosas, o en los vibrantes glúteos de jovencitas, mientras su lívido masculina aún seguía impregnada en la hostia sacramental, sin que él sepa si ha bendecido este trigo de vida, o, por el contrario, lo ha contaminado.

Al llevar la atención sobre el poema Fe, del mismo poemario, el lector puede advertir la presencia de un nuevo clérigo o asceta, en donde su convicción en el poder de la oración lo afianza en sus ideales espirituales en los que se cultiva. Dice, Fe: Quién dice que son muros los que reciben mis plegarias, si en la roca madre late el espíritu que dejo en mi oración. ¿Cómo ignorar el desfile sacro mientras recorre el recinto de flores y luz? ¿Dónde esconder las respuestas que descubro en el madero atravesado? ¿Acaso puedo sustraer del incienso la imaginación que aviva su andar? Siento en la liturgia la voz que sosiega mi mente; de rodillas alcanzo la vid que cuelga de Dios, y elevo el cáliz donde bebo el néctar de la inmortalidad. El poema tiene el poder de dar vida, más allá de la morfología con la que describe cada elemento, para convertirlo en señales inequívocas de que su inspiración o creencia en la práctica de su credo, lo trasciende hacia estadios superiores, probablemente liberadores de dramas asociados a la materialidad humana.

En fin, creo que, espacios temporales como la Semana Santa, hacen bien al ser humano cuando logra separarse de la rutina y apabullante monotonía del día a día, para visitar alguna parte de su luna psicológica o la profundidad de su radiante sol al que, tal vez llame: Ser.

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