Por: María del Carmen Jiménez
Esta expresión resume la resiliencia del pueblo colombiano frente a décadas de violencia, desigualdad y desafíos sociales. Colombia ha padecido el conflicto interno, el narcotráfico las injusticias sociales, la corrupción y la violencia política. No obstante, el pueblo no se resigna ni pierde la esperanza,
El siglo XX inició con profundas tensiones entre liberales y conservadores que se disputaban la hegemonía y desataron la guerra de los mil días. Guerra que marcó el inicio de una cultura política caracterizada por la polarización violenta. Décadas después el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán desencadenó el Bogotazo y una época de violencia y lucha fratricida que cobró más de 200.000 vidas
Esta violencia; más la profundización de la desigualdad y la exclusión sentaron las bases para el surgimiento en los años 60 de grupos insurgentes: En los 80 y 90 emergieron los grupos paramilitares y los carteles del narcotráfico Durante estos años el miedo era evidente: pueblos enteros desplazados lideres sociales asesinados, masacres, desapariciones forzadas. Según cifras del Centro Nacional de Memoria Histórica. El conflicto armado dejó más de 9 millones de víctimas. En medio de estos escenarios de terror y muerte la sociedad civil comenzó a resistir, no se amilanó.
En los años 90 tras el proceso de paz con el M19 se convocó la Asamblea Nacional Constituyente que dio origen a la Constitución de 1991. Carta Magna que reconoció derechos fundamentales, la diversidad étnica y cultural el carácter pluralista del Estado Colombiano y definió que la soberanía residía en el pueblo. Paralelamente surgieron movimientos sociales, organizaciones de víctimas ONGS, colectivos de mujeres jóvenes e indígenas, se fortalecieron los ya existentes y empezaron a reclamar la verdad, justicia y reparación. Se inicia la construcción de memoria en medio de la guerra.
EL paramilitarismo tuvo su auge por los vínculos que tejieron con algunos integrantes de la institucionalidad en los diferentes ámbitos del poder público en los años 2000, lo cual significó nuevas olas de desplazamiento y violencia selectiva Aquí también hubo casos ejemplares de resistencia como la Comunidad de paz de San Jose de Apartadó El Acuerdo de Paz suscrito por el Estado en el 2016 con las FARC fue una muestra importante de que no podemos seguir condenados a la guerra, muy a pesar de quienes desde el poder político y económico quisieron volverlo trizas , la presión nacional e internacional a favor de la paz lo impidió.
Frente a tanta mentira y miedo generada por las élites codiciosas, neoliberales que nos han gobernado la respuesta ha sido la lucha, la creatividad, el arte, la resistencia pacífica y la memoria.
La mejor forma de resistir al miedo es enfrentarlo, transformarlo y seguir apostándole al cambio para tener una la vida digna








