Por: Alfredo Vargas Ortiz
Durante la presente semana, se reunieron en Brasil los líderes del grupo BRICS, una asociación económico-comercial conformada por cinco economías nacionales emergentes que, desde la década de 2000, han mostrado un gran potencial de desarrollo. El nombre de este bloque proviene de las iniciales de sus miembros fundadores: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Esta última se integró en 2010, completando así la transformación del BRIC original en los actuales BRICS.
Este grupo, que representa una alternativa al G7, posee el 36 % del territorio mundial y alberga aproximadamente al 48 % de la población del planeta. Si se suman los países recientemente asociados —Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán—, el bloque representa el 54 % de la población global. Asimismo, los BRICS concentran cerca del 40 % del PIB mundial, solo por detrás del G7, y participan en el 24 % del comercio internacional. Uno de sus objetivos estratégicos es reducir la dependencia del dólar estadounidense, fomentando el uso de monedas locales. Actualmente, el 65 % de las transacciones comerciales dentro del grupo se realizan en divisas propias.
Por otra parte, los BRICS reúnen el 43 % de la producción mundial de petróleo, con Rusia, China, India, Brasil, Emiratos Árabes Unidos e Irán entre los diez principales productores globales. También cuentan con el 31 % de las tierras agrícolas productivas, reservas significativas de agua dulce y una destacada producción de arroz y trigo. No obstante, a pesar de su peso económico y geoestratégico, estos países carecen de representación proporcional en organismos internacionales como las Naciones Unidas, lo cual ha motivado sus llamados a reformar dichos entes para incluir una mayor representación de África, Asia y América Latina.
Durante el encuentro, los BRICS condenaron los ataques de Israel y Estados Unidos contra Irán, señalándolos como violaciones al derecho internacional. Asimismo, enfatizaron la necesidad de promover un orden mundial multipolar, político y económico, alejado de las hegemonías tradicionales. En ese sentido, criticaron el apoyo occidental al Estado de Israel en el conflicto con Palestina, así como los bloqueos económicos impuestos a países como Cuba.
Entre los acuerdos destacados del evento, se anunció el proyecto de construcción de un tren transoceánico entre Brasil y China, que conectará el océano Atlántico con el Pacífico a través del puerto de Chancay, en Perú. Esta obra busca dinamizar el comercio entre Sudamérica y Asia. También se conoció un acuerdo entre México y Rusia para la importación de gas, junto a una serie de iniciativas orientadas a fortalecer la autonomía económica de los países miembros y reducir la influencia del dólar sobre sus economías.
En respuesta a este fortalecimiento del bloque, el presidente estadounidense Donald Trump amenazó con imponer aranceles adicionales del 10 % a los países que decidan unirse a los BRICS. Ante esto, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva advirtió que los BRICS podrían responder con medidas similares si persisten las prácticas coercitivas. Lula exigió respeto a la soberanía y a la autodeterminación de los Estados, y llamó a Estados Unidos y a su presidente a actuar con respeto.
Estamos siendo testigos del surgimiento de un nuevo orden mundial, en el que las potencias hegemónicas deberán adaptarse al crecimiento de un bloque que propone cooperación, multipolaridad y una nueva visión de hermandad global, en un contexto marcado por guerras y crisis internacionales.
