En medio de un clima político fracturado, una economía que camina sobre terreno movedizo y un deterioro de la seguridad que inquieta a todo el país, Juan Pablo Liévano —exsuperintendente de Sociedades y reconocido analista— da un paso al frente. Con el sello del sector privado y la academia, se lanza a la arena política con un mensaje directo: recuperar valores, reconstruir la confianza institucional y defender el modelo de libertad económica que, asegura, hoy está en riesgo.
DIARIO DEL HUILA, Política
Por: María Camila Mosquera M.
El exsuperintendente de Sociedades y actual analista jurídico y económico, Juan Pablo Liévano, explica por qué decidió entrar a la política, cuáles son sus propuestas para la economía, la seguridad y el desarrollo regional, y qué mensaje les deja a los huilenses en esta nueva etapa. En esta entrevista aborda sus motivaciones, su visión del país y las acciones que considera urgentes para recuperar la institucionalidad.
¿Por qué decidió dar el salto a la política y qué lo diferencia de quienes ya están en la contienda?
En primer lugar, yo no soy un político. Eso es lo que me diferencia de quienes están hoy en la contienda. Soy una persona del sector privado, de la academia, que tuvo la oportunidad de trabajar en una entidad técnica como la Superintendencia de Sociedades y entender cómo funciona el Estado. He trabajado en el sector privado, en el público y he colaborado con el Centro Democrático desde 2012, cuando surgió la corporación que antecedió al partido.
He estado cerca de la política, me interesa, pero no soy político. Soy empresario, abogado, académico y profesor universitario. Y creo que ese perfil es necesario en un momento de crisis tan grande como el que vivimos: una crisis de valores, de institucionalidad, alimentada por el neocomunismo, el marxismo y el leninismo que hoy están ganando la batalla cultural con soluciones facilistas a problemas complejos.
Lo que me impulsa a lanzarme ahora es justamente eso: dar la pelea cultural, frenar la deconstrucción de principios y demostrar que el camino correcto es la democracia liberal, la economía de mercado y la libertad para que cada persona se desarrolle sin depender de un Estado gigante que subsidia todo. Hay que mostrarle al país que ese no es el camino del señor Gustavo Petro ni del señor Cepeda.
¿Cuál es hoy el mayor riesgo para la economía colombiana y qué haría distinto desde el Congreso?
Lo primero es que la economía colombiana no es sostenible. No se puede seguir creciendo al 3,6% con unos fundamentos macroeconómicos tan débiles. Tenemos una deuda que ya llega al 65% del PIB. Eso es inaceptable. Un déficit fiscal que podría acercarse al 8%. Y lo único que realmente crece son las economías ilegales, el tamaño del Estado y las remesas.
Estamos viviendo como quien se va de fiesta, se excede y luego amanece con un guayabo terrible. Eso nos puede pasar como país.
El próximo gobierno tendrá que hacer cambios estructurales para reducir costos del Estado. Necesitamos una liposucción: bajar un presupuesto de 550 billones es urgente, eliminando subsidios y gastos que no tienen sentido, incluso propaganda oficial.
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¿Qué debe hacer el Congreso? Tener la valentía de tramitar una reforma tributaria estructural que dé certeza a inversionistas y empresarios. Reducir impuestos para generar riqueza y empleo. Además, crear normas que faciliten la inversión privada. Sin inversión, no hay crecimiento ni bienestar.
Usted ha advertido sobre un deterioro en la seguridad. ¿Qué acciones urgentes deberían implementarse?
Como huilense sé lo que es vivir sin seguridad. Sufrimos los años duros de las guerrillas, la zona de distensión y todo lo que vino después. Lamentablemente, la situación actual es peor que hace unos años.
Lo primero es una decisión política: usar las armas legítimas del Estado para proteger vida, honra y bienes. No es un asunto técnico, es un asunto de voluntad.
Luego vienen las decisiones normativas y económicas. Colombia necesita un nuevo “Plan Colombia”, con ayuda internacional, recursos y cooperación para fortalecer la Fuerza Pública: pertrechos, material, helicópteros, aviones de transporte, batallones de alta montaña.
Pero no necesitamos aviones de combate. Eso es un despilfarro, como una familia que debe pagar colegio y casa, pero decide irse de vacaciones a Europa. Hay prioridades, y estamos gastando en lo que no toca.
¿Cuál sería su propuesta más clara para impulsar regiones como el Huila, que hoy sufren desempleo y rezagos rurales?
El Huila es fundamental en la producción de café: representa cerca del 20% del total nacional, no solo en cantidad sino en calidad. Además, se han consolidado clústers en café, tilapia y arroz. Ese modelo hay que replicarlo en otros productos como limón o aguacate.
He estudiado el Índice Departamental de Competitividad y allí aparecen retos cruciales: infraestructura, conectividad digital, educación superior para el trabajo, reducción de la informalidad y acceso al crédito. Las pequeñas y medianas empresas del Huila necesitan más financiamiento para dinamizar la economía.
También he propuesto un Mercado Junior de acciones y bonos para pymes, con requisitos más flexibles que los de la Bolsa de Valores de Colombia.
Debemos ampliar distritos de riego, aprovechar de manera inteligente la represa de Betania y pensar en nuevas habilitaciones de tierra. El Huila puede seguir siendo líder en generación de energía, pero las compensaciones territoriales deben ser adecuadas.
Y no olvidar el turismo: la Tatacoa, San Agustín y el sur del departamento tienen un potencial enorme si se invierte correctamente.
Si tuviera que pedir una sola oportunidad, ¿qué compromiso concreto le hace a la ciudadanía?
Soy hijo del Huila. Me duele mi departamento. He estudiado, trabajado y me he preparado para servir. Quiero pedirle a la gente que no pierda la esperanza. Estos últimos tres años han sido muy duros; perdimos la seguridad y la tranquilidad. Pero si logramos cambiar el rumbo y tener un Congreso admirable, podremos recuperar la esperanza, la paz y la seguridad para trabajar. Eso es lo que necesita el país.
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