En la columna pasada hablábamos del dilema tributario que enfrentaba quien para mí es el mejor futbolista colombiano de todos los tiempos: Radamel Falcao García, y su permanencia en el equipo de los Millonarios.
Tras varios días en busca de fórmulas financieras que permitieran su renovación, los esfuerzos conjuntos entre el ‘Tigre’, el club de Bogotá y el patrocinador Cerveza Andina, no fueron suficientes para cubrir la codiciosa suma que la DIAN planificaba recibir en impuestos del jugador.
En su despedida en Instagram, Falcao reconoció que pese a las intenciones del delantero y del equipo de renovar su contrato, del cual había acordado ya una reducción salarial, “factores externos a lo deportivo” le obligaron a decirle adiós a su sueño de niño.
Los factores a los que se refería no son la inseguridad que vive el país, ni su ya avanzada edad para el fútbol, tampoco el alto sueldo que devenga ni mucho menos el tráfico de la capital; de hecho, no fueron “factores”, sino un factor decisivo: la elevada tasa impositiva que lo arrinconó hacia el escenario inviable de perder dinero a cambio de jugar.
Toda esta novela del ‘Tigre’ me llevó a una reflexión: Si Falcao, Andina y Millonarios, juntos, no pueden soportar el infierno fiscal que ocurre en Colombia, ¿qué depara para el resto de los ciudadanos?
De hecho, existe una realidad que une a todas las clases sociales del país, y es que todos nos vemos exprimidos por un Estado que, en lugar de facilitarnos el progreso, nos lo impide.
Las fórmulas financieras actuales para el sostenimiento del Estado hacen que progresar en Colombia sea cada año más difícil, y pensando en las presidenciales del 2026, son pocas las propuestas de candidatos que se centran en aliviar tributariamente a la clase trabajadora y las pequeñas y medianas empresas, que son quienes mantienen en pie nuestra economía.
Si los políticos colombianos actuaran con estrategia, en lugar de pasar el día peleando en X y otras redes sociales, hace años hubiesen implementado recetas probadas en otros países para atraer inversión extranjera, y exitosamente crecer sin la necesidad de sobre exprimir a su pueblo.
Pero aquí en cambio, si investigamos cómo le fue a Colombia atrayendo inversión extranjera en el 2024, nos tropezamos con que tuvimos una importante caída del 17,6% que se traduce a US $2.300 millones de dólares menos para el país. Sin embargo, el Estado debe seguir operando con su alto costo de funcionamiento, y en lugar de trabajar por reducirlo, quienes nos representan se las ingenian para exprimir aún más al pueblo y de una u otra manera encontrar dichos recursos.
Hace solo unos meses leía en un medio nacional que durante los 6 meses que estuvo Falcao en Millonarios, generó a Bogotá ingresos por 52.448 millones de pesos, cerca de US $12 millones de dólares. Estos recursos que son vitales para el progreso de quienes viven en la capital se han esfumado para el presente año, quien los generaba no aguantó la carga impositiva y se fue. Así de simple. Y vamos descubriendo que, de la misma manera que hemos alejado la inversión extranjera, de a poco espantamos las fortunas que aún permanecen en el país.
Seguir aumentando el costo estatal, seguir optando por exprimir el bolsillo del pueblo, seguir ignorando la capacidad de resistencia de los más vulnerables, la clase trabajadora y los microempresarios, y alejar las pocas fortunas que aún tributan en Colombia parece una fórmula destinada al naufragio.
¿Llegará algún día el capitán que comande este barco hacia un futuro más próspero y flexible con el bolsillo de su tripulación?
Con el aroma de un café colombiano, los saludo,
Santiago Ospina López
