Por: Johan Steed Ortiz Fernández
Neiva necesita orden, y no solo en el discurso; sino en la planificación concreta, también en proyectos que garanticen sostenibilidad y calidad de vida; pero por sobre todo proteger el medio ambiente.
Pero mientras el Plan de Ordenamiento Territorial -POT; lleva 16 años desactualizado, la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales -PTAR cumple ya más de 20 años como una de las más grandes deudas ambientales con la capital del Huila. Ambas comparten el mismo destino: titulares de prensa, promesas de campaña y millones de pesos invertidos sin resultados.
Dos instrumentos fundamentales; el POT y la PTAR, proyectos que deberían orientar el desarrollo urbano y la protección del entorno; pero que hoy solo existen en el papel.
Mientras tanto, el río Magdalena recibe más de 1.800 litros por segundo de aguas residuales sin tratar; convirtiendo a Neiva en la capital que más lo contamina. No es una metáfora; se trata de una crisis ambiental que afecta también la salud pública de quienes viven aguas abajo.
La historia viene de lejos. En 1994, el Concejo de la ciudad aprobó el Acuerdo 023 que delimitaba las zonas para ubicar plantas de tratamiento, y exigía estudios técnicos antes de intervenir. Pero entre 1995 y 2004, la expansión urbana fue permitida; sin control alguno en esas mismas zonas, sin la debida planeación, mucho menos el control. Y es aquí donde cabe la pregunta: ¿que grado de responsabilidad tienen esos alcaldes que lo permitieron?.
Hoy, como en el barrio Camilo Torres, hay inconformidad de la misma comunidad que se opone a que la PTAR se ubique en la zona; porque hay que ser sinceros, el baño es un mal vecino y el de casi toda una ciudad nadie quiere tenerlo cerca.
Y es comprensible: pues en el lugar se trataría el 90% de las aguas residuales de la ciudad.
En 2005, una acción popular ordenó la construcción de la PTAR. El Consejo de Estado ratificó el fallo en 2009. Para 2011, ya debía estar funcionando; pero han pasado seis alcaldes y ocho gerentes de Empresas Públicas, y hoy lo único construido es la desconfianza ciudadana.
La justicia habló… pero ningún gobierno obedeció, solo llevan repitiendo el mismo libreto: “estamos revisando… estructurando… gestionando”.
En 20 años, Neiva ha invertido más de 13.000 millones de pesos en estudios, diseños, consultorías y compra de predios. Tres lotes fueron adquiridos por más de 6.000 millones; uno de ellos, en el Barrio Camilo Torres, se inunda cuando llueve. Y ni siquiera se hizo un estudio de riesgo previo a la compra. Esta es la evidencia que así se planea la ciudad: a punta de intuición y excusas.
Hace apenas unas semanas, las lluvias demostraron lo que muchos ya habían advertido.
Pero el colmo ha llegado con la administración actual.
El gerente Andrés Charry, luego de ordenar una consultoría de $380 millones, se les ilumina la inteligencia concluyendo que se necesita… otra consultoría; una nueva, por al rededor de los 6.000 millones de pesos, para actualizar los estudios; estudio que “ahora sí” promete dejar el proyecto viabilizado al final del cuatrienio de la actual administración de Neiva.
Sumado a esto quedó claro que la obra costará unos $240.000 millones, que hoy no están asegurados.
Esperamos que este recurso de pagar la consultoría salga de los “13 mil millones de pesos de las utilidades que le entregarían la empresa al municipio”.
Mientras tanto, otros cuatros años pagando consultoría, sin licitación, sin cronograma, sin claridad. Y, para completar, el nuevo Plan de Desarrollo 2024–2027 estableció la PTAR como proyecto estratégico… pero sin hoja de ruta técnica, sin fechas, sin responsables.
Siendo así el panorama queda claro que el proyecto de la PTAR seguiría en lo de siempre: titulares, ruedas de prensa y aguas residuales a mil por minuto que se vierten en el Magdalena.
Lo más preocupante es la ausencia de los organismos de control, ¿Dónde está la Contraloría? ¿Dónde están los informes? ¿Esto no es un claro caso de detrimento patrimonial?, ¿Cuánto más vamos a pagar por una obra que nunca se construye?
La PTAR ha sido utilizada como excusa, estandarte electoral y cortina de humo; pero nunca como política pública seria.
Por eso insistimos: este proyecto necesita una unidad técnica administrativa especial, con personal calificado, sin interferencias politiqueras, y con autoridad para estructurar y ejecutar de verdad.
Basta de improvisación; Neiva no puede seguir construyendo futuro mientras continúa contaminando el río que nos da la vida. No podemos hablar de ecoturismo, desarrollo sostenible, ni de orgullo huilense, si cada día le damos la espalda al Magdalena y lo convertimos en un basurero cloacal.
La ciudad no necesita más discursos maquillados, ni hojas de ruta que terminan en los archivos vetustos de las administraciones. Lo que necesita es decisión, transparencia y planificación seria.
Porque mientras los recursos públicos se siguen destinando a consultorías que engordan los bolsillos de privados, pero no mejoran la calidad de vida de los neivanos, el único proyecto que avanza es el del cinismo institucional.
Y sí: también hay que decirlo. A nuestros congresistas les ha faltado más visión y compromiso. No se puede seguir pensando solo en burocracia, en cuotas, en nombramientos.
Hace falta poner la mirada en proyectos que sí transforman la vida de la gente. La PTAR no es un favor político: es una necesidad regional; porque descontaminar el Magdalena no es solo asunto de Neiva. Es un deber compartido con todo el sur del país.
La PTAR no es una obra cualquiera. Es una oportunidad para reconciliarnos con el Yuma; recuperar nuestra dignidad ambiental y demostrar que Neiva sí puede tener un proyecto de ciudad con visión de futuro.
Es hora de dejar de mirar al Magdalena como un vertedero y empezar a verlo como lo que es: el corazón de nuestra historia, de nuestra economía y de nuestra vida.
Démosle la cara, pero no con promesas vacías ni placas inaugurales; sino con decisiones valientes, presupuesto real y voluntad colectiva.








