Por Johan Steed Ortiz Fernández
Mientras otras ciudades avanzan con rumbo, Neiva sigue sin despegar. Hace unos años, Montería, Manizales y Neiva compartían retos parecidos: calor, rezago urbano y falta de planeación. Hoy dos despegaron y una, la nuestra, continúa dando vueltas sobre la misma pista. La última década demostró que el desarrollo no depende del tamaño, sino del liderazgo: gobernar es planear con visión y ejecutar con coherencia.
Por eso este jueves 13 aceptemos la invitación de la Cámara de Comercio del Huila para escuchar casos de transformación, sostenibilidad, innovación y competitividad. En este mal momento de Neiva, aprender de quienes sí están haciendo las cosas bien no es un lujo: es urgente.
Montería y Manizales entendieron que la continuidad de las políticas públicas y el respeto por los acuerdos cambian destinos. Villa de Leyva, desde su escala, convirtió el turismo cultural en motor económico. Neiva, en cambio, se resignó a sobrevivir entre improvisación, pérdida de identidad y un sentido de pertenencia debilitado, agravado por la ausencia de un gobernante con carácter, visión y dirección. Una ciudad sin rumbo queda a merced del capricho de turno.
La Inteligencia Artificial (IA) ordenó estas cuatro ciudades por calidad de vida, competitividad y gestión. El veredicto fue claro: Manizales se lleva el oro, Montería la plata, Villa de Leyva el bronce… y Neiva cae del podio. Manizales, con 459 mil habitantes, es compacta y universitaria, con gobernanza estable y una buena percepción de bienestar; su liderazgo en innovación y educación la vuelve atractiva para vivir y emprender. Montería, con 456 mil habitantes, muestra mejoras sostenidas en empleo y reducción de pobreza, consolidó un modelo de sostenibilidad sobre el río Sinú e integra movilidad, naturaleza y bienestar. Triplicó sus instituciones A+ y ejecuta planes maestros de arbolado y espacio público. Villa de Leyva, con 17 mil habitantes, preserva identidad, orden turístico y valor patrimonial. Y Neiva, con casi 400 mil, no consolida una gran obra, un proyecto emblemático ni una visión que la saque del letargo. Este jueves habrá 3 ejemplos que pueden despertar al alcalde.
En síntesis: Montería planifica, Manizales innova, Villa de Leyva inspira… y Neiva improvisa.
A este diagnóstico se suma la falta de brújula: Neiva aún no tiene Plan de Ordenamiento Territorial (POT) vigente, a diferencia de otras capitales intermedias. Otra vez el peor hábito: reiniciar cada cuatro años lo que debería ser la brújula técnica y ambiental del territorio.
Conviene recordarlo: el POT no es un trámite; es el mapa de la ciudad habitable. Define usos del suelo, protege áreas estratégicas, evita expansiones que asfixian la calidad de vida y ordena barrios, comercio, industria y ruralidad. Es un pacto para respirar mejor, llevar servicios donde deben llegar y conectar los diecisiete sectores, tener vías y transporte funcional. En una línea: el POT da orden, sentido y futuro.
En 2016, Neiva ingresó al Programa de Ciudades Emergentes y Sostenibles del BID y Findeter. De allí nació “Neiva Sostenible 2040”, hoja de ruta con aportes de expertos para planear a largo plazo. En 2019, la Cámara de Comercio del Huila retomó ese trabajo y volvió a quedar archivado. Aun así, el documento está disponible en la página web de la alcaldía: delinea cómo crecer, qué zonas priorizar, qué obras terminar y cómo armonizar desarrollo urbano y sostenibilidad. Fue un ejercicio serio, público-privado, pensado para orientar la planeación hasta 2040. Lo que falta no es diagnóstico: es voluntad de aplicarlo.
Mientras pagamos diagnósticos que nadie ejecuta, se acumulan obras inconclusas, barrios desconectados y decisiones cortoplacistas. El contraste duele: Montería tiene planeación, continuidad y visión ambiental; Neiva padece fragmentación y ausencia de propósito. Montería abrazó su río Sinú; Neiva le dio la espalda al Magdalena. Montería integra movilidad, naturaleza y bienestar; Neiva carece de política integral. Manizales, a 304 kilómetros de Bogotá, lidera en innovación, cultura cívica y emprendimiento. Neiva, a 315, no articula su ecosistema empresarial: la juventud carece de oportunidades, la cultura está desfinanciada y el liderazgo político prefiere el show digital a la gestión real.
El espectáculo no construye confianza, y los filtros no tapan los huecos. Entre bailes, reels y discursos reciclados, se perdieron dos años que pudieron ser el punto de quiebre hacia la modernidad. No hay una obra estratégica en marcha. Las calles siguen destruidas; las obras inconclusas continúan; la inseguridad campea; la movilidad no tiene rumbo, el desempleo juvenil aumenta; la informalidad crece; el espacio público se volvió tierra de nadie. Neiva es hoy un inventario de problemas sin gestión: deudas y promesas incumplidas.
Los datos electorales también hablan: Manizales eligió alcalde con 63 %, Montería con 50,33 %, Villa de Leyva con 50,46 % y Neiva apenas con 36,47 %. No es solo un porcentaje: es legitimidad. Las ciudades con proyecto votan con convicción; las que no tienen rumbo, por descarte. Neiva no eligió un modelo: compró una “recuperación” de cartón.
Por eso el conversatorio “Visión de Ciudad” no debería preguntar “qué modelo construir”, sino “por qué Neiva no ha construido ninguno”. De las cuatro, es la única con crecimiento desacelerado. Las ciudades que crecen generan confianza, empleo y bienestar; las que se estancan no ofrecen futuro. Celebro que la Cámara de Comercio del Huila abra un espacio donde el alcalde pueda escuchar a quienes sí están haciendo las cosas bien. Dicen que no escucha a nadie; ojalá esta vez lo haga, aprenda y no desperdicie los consejos.
La invitación no es solo a asistir, sino a despertarnos como ciudadanía. El evento será el jueves 13 de noviembre, a las nueve de la mañana, en la Cámara de Comercio del Huila, sede sur. Allí deberíamos estar todos. En política, si no aprendemos de lo bueno, fracasamos. Neiva lleva años repitiendo los mismos errores: improvisar, dividir, endeudarse y aplaudirse entre contratistas y concejales que piensan con la barriga. No hay visión de ciudad sin ciudadanos que la exijan. Amar a Neiva también es decirle la verdad: se cayó del podio y se está quedando sin futuro. Nadie puede celebrar eso.








