La inseguridad en Colombia, señores, es alarmante: hace menos de una semana un carro bomba en Cali dejo 6 personas asesinadas y 70 más heridas. Ese mismo día en Amalfi, Antioquia, un helicóptero de la policía fue vilmente atacado con explosivos, con el resultado de 13 uniformados de la entidad bárbaramente masacrados. Como si fuera poco, ayer la nación se estremeció cuando supo que, según el ministro de defensa, “un grupo de civiles armados” secuestro a 34 militares en el Guaviare. Necesita ser uno un verdadero Huevon, holgazán, indolente, para creer que esos campesinos armados son civiles. ¿Quién les entrego las armas? Los enemigos son siempre los mismos que se mueven por todo el territorio nacional, como “pedro por su casa”, y el único que no los ve, es el incapaz e incompetente ministro de defensa.
Tres hechos sumamente graves que sucedieron en tan solo una semana que muestra que el terrorismo tiene de rodillas al Estado Colombiano. Los políticos y candidatos a la presidencia, deberían ocuparse, ante todo de esta situación, enfrentarla con coraje, pues es mucho más importante garantizar la seguridad, que las “pasarelas públicas” por donde están desfilando en estos días preelectorales. Sin seguridad, no hay paz, no hay nada. Sin seguridad, no habrá elecciones en muchas partes del territorio que hoy ocupan los grupos armados ilegales.
En esa misma semana, el invitado de “honor” de Gustavo Petro, en la mesa de negociación de paz que preside el exM-19 Otty Patiño, Alias “Calarcá”, convoco a miles de campesinos del Huila, sur del Tolima, Caquetá, Meta, Putumayo y otras áreas vecinas, (obligados), a una reunión, en una región cerca de los llanos del Yari, en San Vicente del Caguán, para adoctrinarlos, sobre cómo deben oponerse al proceso eleccionario. A ese fulano, “alias Calarcá”, se le atribuyen los atroces crímenes de Cali, de Amalfi y la instigación a los “civiles armados“para que secuestraran a los 34 uniformados.
El ministro de defensa ha demostrado que la seguridad nacional la quedo grande. Los hechos son contundentes: los muertos y secuestrados están ahí, las familias destruidas están ahí, y la humillación de las fuerzas armadas son objeto de burla en el mundo entero.
A Colombia la están gobernando las mafias, y lo que disponen los criminales desde las mesas de negociación legitimando al crimen. Ante semejante panorama, solo hay una salida honorable: pronunciar el verbo “renunciar”
Esta vergüenza contrasta con el pasado. Ayer tuvimos a un comandante en jefe que madrugaba con sus generales a visitar a los héroes en sus trincheras que los alentaba a perseguí y derrotar al enemigo. Ese gran comandante, en menos de 8 años, le dio a los colombianos seguridad y democracia. Hoy los altos mandos están apoltronados en los canapés de los clubes militares atentos a su comodidad, mientras las viudas y huérfanos de policías y militares lloran sus muertos. Julio Bahamón.








