Diario del Huila

¿Meritocracia o Pasarela de Favores?

Nov 17, 2025

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Mario Solano

La selección de altos cargos, que recaen en la decisión de órganos colegiados y contratan universidades para realizar un examen o prueba técnica, envuelto en un manto de aparente virtud, para otorgar transparencia y un primer filtro técnico y objetivo, sobre el papel, la idea es impecable: un mecanismo que garantiza la idoneidad a los candidatos por mérito puro, dejando a los órganos colectivos solo la etapa final de deliberación. La realidad, sin embargo, es una novela con un guion predecible, generado un profundo desgaste en el proceso. Días antes del examen, es conocida la lista de finalistas, incluso el nombre del futuro elegido, con una exactitud que raya en lo profético. ¿Cómo es posible esta precisión periodística? No solo sorprende, sino que socava cualquier vestigio de proceso ciego y objetivo. La sorpresa se transforma en sospecha, cuando se rumorea sobre la filtración de las preguntas de las pruebas administradas por las universidades. Se dice que a «X» persona, (2 o 3) logrando el puntaje más alto, se le entregó el cuestionario con antelación. La repetición sistemática de este patrón desdibuja la idea de un concurso competitivo y transparente, transformándolo en una formalidad burocrática para justificar una decisión ya tomada. Esta práctica, que se instauró como panacea de la probidad, ha entrado en un estado de gran desgaste institucional que salpica a todos los actores involucrados.

En primer lugar, las universidades contratadas están viendo su prestigio y seriedad académica comprometidos. Lo que debería ser un ejercicio de rigor técnico se percibe como una fachada que, a cambio de un contrato, presta su nombre para avalar procesos viciados. Segundo, los contratantes y cuerpos colegiados protagonizan una verdadera «payasada» administrativa  pretendiendo legitimar una selección preestablecida a través de un examen técnico, solo logran evidenciar la falta de voluntad para hacer una elección limpia y basada en el mérito real, desnudando la burla hacia la ciudadanía. Finalmente, y quizás lo más triste, están los miles de participantes que invierten tiempo, recursos y esperanzas en estos concursos, sirviendo como «idiotas útiles». Su sacrificio solo sirve para legitimar el nombramiento del candidato que, de antemano, ya se sabía que iba a ganar. Se convierte en la métrica del engaño, la técnica sometida a la política.

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