El Dane reveló que, pese a la reducción en los indicadores de informalidad, más de la mitad de los trabajadores aún depende de ingresos inestables y sin garantías legales.
DIARIO DEL HUILA, NACIONAL
En Colombia, el mercado laboral sigue marcado por un contraste que refleja tanto avances como profundas desigualdades. Según el más reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), entre mayo y julio de 2025 la informalidad laboral se redujo en 0,9 puntos porcentuales frente al mismo trimestre del año anterior. Sin embargo, la leve mejora no alcanza a revertir un escenario crítico: el 55% de los trabajadores aún se gana la vida en la informalidad, sin acceso a prestaciones sociales ni estabilidad en sus ingresos.
Campo y ciudad: una brecha persistente
La desigualdad territorial es una de las caras más evidentes del problema. Mientras en las principales áreas urbanas la tasa de informalidad llega al 42%, en las zonas rurales la situación es alarmante: ocho de cada diez trabajadores se desempeñan sin contrato ni garantías legales. Esto significa que, en buena parte de la geografía nacional, el rebusque sigue siendo la norma.
La diferencia muestra cómo el desarrollo desigual entre campo y ciudad afecta las oportunidades laborales. Mientras en las ciudades hay más empresas, sectores formales y acceso a capacitación, en la ruralidad predominan actividades agrícolas y oficios tradicionales que rara vez se formalizan.
Género y participación en el mercado laboral
El informe también pone en evidencia una brecha de género significativa. En las áreas urbanas y metropolitanas, el 42,9% de los hombres trabaja en la informalidad, frente a un 40,9% de las mujeres. Aunque la diferencia parece pequeña, el análisis global revela un panorama desigual: los hombres representan el 58,4% de los ocupados, mientras que las mujeres apenas alcanzan el 41,6%.
La distancia en la participación global en el mercado laboral es aún más amplia: 24,1 puntos porcentuales a favor de los hombres. Además, muchas mujeres enfrentan una carga adicional al concentrar buena parte de sus esfuerzos en el cuidado de personas mayores, niños y tareas domésticas, labores que rara vez se reconocen como trabajo formal.
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Las cifras de desempleo refuerzan la desigualdad. En las principales ciudades, la tasa de desempleo femenino fue de 9,6%, frente a 7,7% en el caso de los hombres. En cabeceras más pequeñas, la brecha se amplía: 13,3% para las mujeres contra 8,1% en los hombres. Y en la ruralidad, las disparidades son aún más fuertes: 12% de desempleo femenino frente a solo 4,2% en los hombres.
El tamaño de las empresas sí importa
El Dane también mostró cómo la informalidad varía según el tamaño de la empresa. La gran mayoría de los trabajadores de microempresas, el 84,6%, continúa en la informalidad. En pequeñas empresas la situación es un poco más favorable, con una reducción de 22,5% a 19,9% en un año. En las grandes compañías, la proporción de informales es mínima: apenas 2,3%.
Estos datos dejan en claro que, aunque las grandes empresas concentran estabilidad y formalidad, la mayor parte del empleo en Colombia se genera en micro y pequeñas empresas, donde la informalidad es estructural y difícil de erradicar sin políticas diferenciadas.
Un reto para las políticas públicas
Expertos en mercado laboral coinciden en que, aunque la reducción de la informalidad es un paso positivo, no basta para hablar de un cambio estructural. El país necesita políticas públicas que ataquen de manera directa las brechas en el campo, apoyen a las microempresas y promuevan la inserción laboral de las mujeres.
La falta de acceso a seguridad social, salud y pensiones sigue afectando a millones de familias, especialmente en zonas rurales y hogares encabezados por mujeres. Por eso, los analistas insisten en que el reto no es solo reducir la tasa de informalidad, sino garantizar que quienes logran un empleo lo hagan en condiciones dignas.
Más allá de los números
El informe del Dane sirve como recordatorio de que detrás de cada cifra hay historias reales de trabajadores que se levantan todos los días sin certeza sobre su sustento. Aunque el país avanza en reducir la informalidad, lo hace de manera lenta y desigual.
La leve caída en los indicadores no debe ocultar que el rebusque aún sostiene a más de la mitad de la población ocupada. El desafío está en transformar ese panorama y garantizar que el trabajo en Colombia, más allá de ser una fuente de ingresos, sea también un camino de derechos y bienestar.

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