Diario del Huila

Menos influencers y más líderes

Ene 17, 2025

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Ruber Bustos Ramírez

En estos primeros días del 2025, cuando el inicio de un nuevo año nos invita a reflexionar y a vislumbrar nuevas oportunidades, me he tomado un momento para reflexionar y analizar con detenimiento una situación que, para muchos, se ha vuelto paisaje. Hablo de cómo el liderazgo se ha desdibujado en nuestra sociedad, reemplazado por figuras que ostentan visibilidad, pero que carecen de profundidad.

Es un fenómeno que no solo afecta a los llamados influencers, sino también a personas con altos perfiles: académicos, empresarios, políticos y otras figuras de renombre que, a pesar de sus privilegios y responsabilidades, parecen haber caído en la banalidad.

En estos tiempos, la palabra “influencia” parece haber perdido su esencia. No solo hablamos de los influencers que invaden nuestras redes sociales con contenido trivial, sino también de quienes ostentan cargos importantes, títulos académicos o renombre en sus áreas, y que, lejos de usar su posición para liderar con propósito, terminan atrapados en la superficialidad. ¿Qué sentido tiene una posición de poder o conocimiento si no se traduce en un impacto profundo para la sociedad?

La banalidad no discrimina plataformas ni títulos. Vemos docentes, empresarios, políticos y figuras públicas con todas las herramientas para ser agentes de cambio, pero que prefieren centrar sus esfuerzos en alimentar su ego y su imagen. Publican discursos grandiosos, promueven iniciativas que solo existen en papel, o simplemente aprovechan su posición para ganar relevancia sin transformar la realidad. Parecen más preocupados por ser visibles que por ser trascendentes.

Contrasta esto con verdaderos líderes que han cambiado el curso de la historia. Nelson Mandela, por ejemplo, no se limitó a hablar de justicia; la vivió, la sufrió y la defendió con cada acción. En Colombia, una figura como Luis Carlos Galán dejó claro que el liderazgo auténtico no es popularidad, sino la capacidad de desafiar estructuras corruptas en nombre de un bien mayor. Ambos enfrentaron obstáculos inmensos, pero su legado demuestra que el liderazgo es compromiso y acción, no espectáculo.

¿Qué ocurre entonces con aquellos que tienen el potencial para hacer la diferencia y no lo hacen? Parecen haberse contagiado del síndrome del “postureo”: aparentar en lugar de actuar, buscar likes en lugar de logros. Este fenómeno no solo afecta a las redes sociales, sino a las aulas, los congresos, las juntas directivas y otros espacios donde el impacto debería ser tangible. Es decepcionante, porque la educación, la política, la economía y la cultura claman por líderes con visión, no por figuras que solo disfracen su pasividad con palabras bonitas o proyectos mediocres.

El liderazgo auténtico implica sacrificio, visión y carisma. No se trata de imponer ni de atraer masas por moda; se trata de inspirar a otros a creer en un cambio real y trabajar juntos para alcanzarlo. Como decía Steve Jobs, empresario y quien fue el CEO de Apple, “La innovación distingue a un líder de un seguidor”.

Nuestra sociedad no necesita más personalidades visibles. Necesita personas con integridad, con el coraje de enfrentar problemas estructurales y la humildad de construir soluciones desde la base. Dejemos de celebrar el ruido y empecemos a valorar las acciones que dejan huella.

Menos discursos vacíos, menos posturas; más líderes que hablen con el ejemplo. Porque el verdadero liderazgo no se mide por la cantidad de seguidores, sino por el impacto en la vida de las personas que deciden seguirte.

Menos show, más acción. Menos influencers, más líderes.

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