Diario del Huila

Mareas fósiles revelan un mar antiguo en el corazón del Huila

Ago 22, 2025

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Hace 470 millones de años, en el periodo Ordovícico, lo que hoy son montañas, cafetales y quebradas en el municipio de Baraya (Huila) fue un mar poco profundo dominado por corrientes de marea. Un reciente estudio geológico en la quebrada La Cascabel descubrió huellas de aquel ecosistema marino, revelando secretos de un paisaje olvidado y ofreciendo claves para entender la historia geológica de Colombia y Sudamérica.

DIARIO DEL HUILA, CONTEXTO

Por: María Camila Mosquera M.

Cuando los habitantes de Baraya recorren sus veredas, difícilmente imaginan que bajo el suelo que pisan yacen los vestigios de un océano extinto. Entre quebradas, peñascos y cafetales, las rocas de la Formación Venado han conservado la memoria de un mundo marino desaparecido, donde abundaban trilobites, braquiópodos y algas primitivas.

El hallazgo fue posible gracias a la investigación de Carlos Ernesto Rodríguez Esquivel, magíster en Ciencias-Geología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien dedicó meses a recorrer quebradas y afloramientos en Baraya. Su objetivo: descifrar las pistas que dejaron los procesos sedimentarios en una región que, millones de años atrás, formaba parte del supercontinente Gondwana.

“Trabajar con estas rocas en el trópico es un reto; la densa vegetación cubre casi todo, y solo en quebradas como La Cascabel, afluente del río Cabrera, el agua deja al descubierto paredes de roca fresca que permiten observar su historia”, comenta el investigador.

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La Formación Venado: un archivo de piedra

La Formación Venado pertenece al Ordovícico, periodo comprendido entre hace 485 y 444 millones de años, caracterizado por mares cálidos y someros, ricos en biodiversidad. Fue entonces cuando los océanos se poblaron de trilobites —algunos diminutos como insectos, otros tan grandes como bandejas de comedor— y braquiópodos, organismos de concha que alfombraban el fondo marino como auténticos jardines fósiles.

Rodríguez realizó cuatro salidas de campo en temporada seca, levantó una columna estratigráfica y recolectó 41 muestras de roca, varias cortadas con sierra eléctrica para analizar sus estructuras sedimentarias. En la tarea recibió apoyo de colegas geólogos y habitantes de la vereda El Totumo, que facilitaron el acceso a zonas de difícil ingreso.

Los resultados confirmaron que la sedimentación estuvo dominada por procesos mareales: las corrientes de marea moldearon los depósitos que, hoy, aparecen como capas de roca superpuestas. En otras palabras, lo que hoy son montañas fue antes una llanura costera semejante a las plataformas mareales que se observan en lugares como Tumaco (Pacífico colombiano) o la costa de Corea.

Las corrientes de marea moldearon los antiguos sedimentos.

Un viaje al interior de las rocas

En los laboratorios de la UNAL en Bogotá, Rodríguez analizó las muestras con microscopios petrográficos, equipos de fluorescencia y difracción de rayos X, además de placas palinológicas. Así estableció que los sedimentos provenían del Escudo de Guayana, un bloque continental antiquísimo que conecta la geología huilense con dinámicas tectónicas globales.

La búsqueda de microfósiles resultó clave. En las rocas negras aparecieron acritarcos, diminutas estructuras orgánicas que resistieron el paso del tiempo. Entre ellas, especies como Adorfia hoffmanensis y Coryphidium bohemicum permitieron precisar la edad de los depósitos: Floiano superior-Dapingiano. Con ello se resolvió un viejo debate sobre la cronología de la Formación Venado.

“Cada microfósil encontrado es como un reloj biológico. Nos dice en qué momento exacto del Paleozoico se depositaron estos sedimentos”, explica el investigador.

Los acritarcos ayudaron a precisar la edad de los depósitos.

El calor de la Tierra: rocas al borde del metamorfismo

Los análisis también mostraron que estas rocas alcanzaron temperaturas cercanas a 200 °C, condiciones propias de la diagénesis tardía y de la anquizona baja. Esto significa que estuvieron al borde del metamorfismo, proceso mediante el cual la presión y el calor transforman los minerales de las rocas, aunque sin llegar a fundirlas.

Gracias a esta precisión, se pudo diferenciar a la Formación Venado de otras unidades geológicas en Colombia que, por décadas, fueron clasificadas como metamórficas de manera errónea.

“Siempre hubo discusión sobre si eran sedimentarias o metamórficas. Establecer el rango térmico permitió confirmar que conservan sus rasgos sedimentarios, es decir, que son rocas antiguas, enterradas y transformadas, pero aún preservan la memoria de su origen marino”, señala Rodríguez.

La importancia del hallazgo

Aunque la Formación Venado no tiene un valor económico inmediato —no contiene hidrocarburos ni minerales de interés—, su relevancia científica es indiscutible. Cada dato aporta al rompecabezas global del Paleozoico, etapa en la que la vida marina se diversificó como nunca antes en la historia de la Tierra.

“En países como Argentina y Brasil la información es abundante, pero en Colombia hay enormes vacíos. Este trabajo es como poner una ficha faltante en el mapa geológico del continente”, comenta Rodríguez.

El hallazgo conecta al Huila con el supercontinente Gondwana.

Un Huila distinto al imaginado

El hallazgo invita a imaginar un Huila muy distinto al actual. No de montañas cubiertas de cafetales, sino de mares someros llenos de algas, trilobites y arrecifes primitivos, donde los sedimentos viajaban desde el Escudo Amazónico para depositarse en un litoral remoto.

Esa visión no solo amplía el conocimiento científico, sino que también abre un espacio de asombro cultural. Para las comunidades locales, saber que caminan sobre un antiguo mar transforma la manera de relacionarse con su territorio.

Ciencia con rostro humano

Rodríguez reconoce que este estudio no habría sido posible sin el apoyo institucional de la UNAL y la colaboración de la comunidad. Destaca la guía de los profesores Carlos Sánchez, Gustavo Sarmiento y Damián Cárdenas, quienes aportaron conocimientos y herramientas clave para los análisis litogeoquímicos y palinológicos.

“Este trabajo es fruto de una red de apoyo académico y humano. Detrás de cada resultado hay horas de campo en condiciones difíciles, pero también la solidaridad de las comunidades que nos abrieron las puertas”, asegura el geólogo.

Entre Gondwana y el presente

La Formación Venado no es solo un testimonio del mar ordovícico del Huila; también conecta al país con la historia del supercontinente Gondwana. En ese entonces, lo que hoy es Sudamérica estaba unido a África, la Antártida y Australia.

Los sedimentos de Baraya son piezas de ese rompecabezas colosal, y su estudio contribuye a entender cómo se configuraron los continentes y océanos que conocemos hoy.

Mirando hacia adelante

La investigación abre la puerta a futuros estudios en otras regiones del Huila y del país. Con más exploraciones, podrían descubrirse nuevos microfósiles, reconstruir paleogeografías y entender mejor las dinámicas tectónicas del pasado.

Para Rodríguez, lo esencial es que Colombia asuma la importancia de su patrimonio geológico, no solo como fuente de recursos, sino como una ventana a la memoria profunda del planeta.

Carlos Ernesto Rodríguez Esquivel, magíster en Ciencias-Geología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL)

“Cada roca nos cuenta una historia. Y en el caso de la Formación Venado, esa historia es la de un mar olvidado en el corazón del Huila”, concluye.

Un aporte más allá de lo económico

Aunque estas rocas carecen de interés económico directo —no son fuente de petróleo ni de minerales valiosos— su importancia científica es enorme. Cada hallazgo añade una pieza al rompecabezas global que busca reconstruir cómo era la Tierra en el Paleozoico.

“En países como Argentina y Brasil la información es abundante, pero en Colombia hay enormes vacíos. Este trabajo pone una ficha faltante en el mapa geológico del continente”, explica el investigador.

El respaldo académico de la Universidad Nacional fue decisivo. Rodríguez agradeció a los profesores Carlos Sánchez, director de la investigación; Gustavo Sarmiento, del Laboratorio de Caracterización Litogeoquímica 106A; y Damián Cárdenas, quien lo apoyó en los análisis palinológicos.

Un Huila distinto

La investigación invita a imaginar un Huila muy diferente al actual: sin cafetales ni montañas, sino con aguas poco profundas, corrientes de marea y criaturas marinas que hoy solo conocemos en museos.

Allí donde ahora corren quebradas y crecen fincas cafeteras, hace millones de años flotaban trilobites y braquiópodos, mientras sedimentos viajaban desde el corazón del Escudo Amazónico para depositarse en el fondo del mar.

La Formación Venado no solo amplía el conocimiento científico, también abre una ventana a la memoria natural del territorio, recordando que las montañas y ríos del Huila fueron alguna vez el escenario de un paisaje marino tan remoto como fascinante.

En Baraya, las rocas revelan la memoria de un mar olvidado.

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