Por: EDWIN FERNANDO PISSO ESCALANTE
Recientemente escuché al Gerente de la Federación de Cafeteros de Colombia sobre cómo la franquicia Juan Valdez ha decidido apoyar un equipo de fútbol argentino, una estrategia que busca posicionar la marca de café colombiano en mercados internacionales. A primera vista, esta táctica puede parecer simplemente un movimiento comercial astuto; sin embargo, el verdadero problema radica en cómo se invierten las regalías generadas por esas estrategias de marketing y, más importante aún, quién se beneficia realmente de esos recursos.
La promoción del café colombiano en el extranjero es crucial para mantener su reconocimiento y prestigio mundial, especialmente en un mercado tan competitivo como el del café. Sin embargo, la pregunta que me surge no es solo si es correcto o no patrocinar equipos deportivos, sino cómo esas acciones impactan verdaderamente a los caficultores colombianos, quienes son la columna vertebral de esta industria. Es innegable que, al incrementar las regalías mediante estas estrategias comerciales, hay un potencial significativo para mejorar la vida de aquellos que trabajamos arduamente en las fincas cafeteras. Pero la inversión de esas regalías es donde las cosas se complican.
La Federación Nacional de Cafeteros y los comités departamentales y municipales tienen, al menos en teoría, el noble propósito de utilizar esos fondos para beneficiar a los caficultores. Sus planes incluyen desde asistencia técnica hasta inversiones en investigación, sostenibilidad y proyectos que busquen elevar las condiciones de vida de las familias vinculadas a este cultivo. Sin embargo, la realidad es que muchas veces estos proyectos terminan favoreciendo a sectores políticos con influencia dentro del gremio cafetero.
El panorama se hace aún más sombrío cuando consideramos que muchos caficultores viven en condiciones precarias, luchando día a día por obtener precios justos por su producción. En un país donde la economía del café ha sido históricamente volátil, depender de regalías cuya gestión no es clara pone a los agricultores en una situación vulnerable. ¿De qué sirve fomentar la imagen de un café en el mundo si los que lo cultivan no ven reflejado ese prestigio en su calidad de vida?
Si bien el apoyo a equipos de deportes puede atraer la atención de nuevos mercados y, en teoría, generar mayores ingresos, es vital que estos esfuerzos vengan acompañados de un compromiso claro y transparente en la inversión de las regalías. Necesitamos sistemas de control que garanticen que el dinero fluya hacia aquellos que realmente lo necesitan: los caficultores. Además, es esencial que se fomente una cultura de transparencia y rendición de cuentas en todas las instancias involucradas. Esto incluye no solo a la Federación Nacional de Cafeteros, sino también a las entidades gubernamentales que deberían estar al servicio de los campesinos.
El verdadero desafío radica en asegurar que las regalías generadas se utilicen para fortalecer el sector cafetero desde sus cimientos, garantizando que los caficultores colombianos no solo sean parte de la historia del café, sino que también cosechen los beneficios tangibles de su invaluable trabajo. Solo así podremos hablar de un verdadero desarrollo sostenible en la industria cafetera, un desarrollo que respete y favorezca a quienes, con sus manos, producen uno de los cafés más reconocidos del mundo.









