Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
Yo creo que hoy en día no existe una persona que no posea un dispositivo celular o teléfono móvil porque hasta el ciudadano más humilde necesita tener un equipo de estos para solicitar citas médicas, tramitar y gestionar subsidios, pagar impuestos, recibir exámenes y prescripciones médicas, atender agendas relacionadas con negocios y compromisos laborales, desarrollar trabajos académicos, etc. En fin, este aparato se convirtió en algo imprescindible para quienes vivimos en estos tiempos.
Con estos mecanismos electrónicos llegaron, los juegos, los correos electrónicos, los aplicativos de IA, otros aplicativos como los de las entidades bancarias y las benditas redes sociales (Facebook, YouTube, Instagram, TikTok, y LinkedIn, Twitter (ahora X), Messenger, Telegram, Pinterest, Snapchat; y el maravilloso, pero en ocasiones tomentoso WhatsApp.
Algunos pertenecemos a disímiles grupos de WhatsApp, ya sea del o de los trabajos, de la universidad, de los amigos, de la familia, del sector al que uno pertenece, del colectivo político, del grupo de oración, de la parroquia, de los que practican el mismo deporte que uno, de los que comparten gustos en cuanto a hobbies, etc. Y por todos ellos llegan muchos mensajes, de todo tipo, informativos, de interés, de humor, música, pesados y cadenas aburridoras; de eso no se libra nadie.
Pero hay otro tipo de mensajes, los que se envían de manera personalizada, es decir, los que por necesidad de comunicación se envían o se reciben, que generalmente van o vienen acompañados de un saludo, un mensaje central y la despedida; así más o menos es la estructura de un recado enviado con respeto; yo particularmente los envío y respondo de esta manera porque creo que si alguien me escribe es porque espera una respuesta mía; considero que es parte de un comportamiento educado y culto; sin embargo, hay quienes se olvidaron de saludar y despedirse, de responder por simple decencia y actúan como las lechuzas que, “no hablan pero ponen cuidado”.
En estos días leí un meme interesante que decía: “Si le escribe un mensaje a otra persona a través de WhatsApp u otro canal digital y, esta persona le ignora y no le contesta, no se preocupe, ya esa persona le ha respondido”.
Esta situación es más común de lo que uno se imagina sobre todo en personas que tienen algún fugaz grado de poder, y digo fugaz, porque, aunque sea largo no será eterno, por el principio elemental de la existencia y el ciclo de la vida. De tal manera que, qué nos cuesta contestar a un mensaje personalizado si el teléfono móvil o el computador personal se convirtió en una extensión de la mano, pues nada, solamente que la soberbia, el ego y la vanidad, es muchas ocasiones comienza a gobernar el comportamiento humano.
Recordemos que: “Ego se refiere a la concepción que uno tiene de sí mismo, incluyendo su identidad y autoestima. Vanidad se centra en la preocupación por la propia apariencia o logros, a menudo buscando la admiración de los demás. Soberbia es la manifestación más extrema, implicando un sentimiento de superioridad y desprecio hacia los demás, a menudo asociado con la arrogancia”.
Cierro este escrito con el siguiente fragmento del clásico tema musical titulado “Con la gente que me gusta”, de autoría de Manuel Alejandro: “Me gusta la gente que cuando saluda te aprieta la mano con fuerza y sin dudas. Me gusta la gente que cuando te habla te mira a los ojos, te mira de frente, te dice a la cara aquello que siente y nada se calla y no tiene dobleces”, a mi también esa es la gente que me gusta.








