Por: Johan Steed Ortiz Fernández
En 2005, Colombia promulgó la Ley de Juventud (Ley 375), reconociendo por primera vez a los jóvenes como sujetos de derechos, con voz en la toma de decisiones públicas. Años más tarde, con el Estatuto de Ciudadanía Juvenil (Ley 1622 de 2013 y su modificación con la ley 1885 de 2018), se crearon los Consejos de Juventud y las Plataformas Juveniles, como escenarios autónomos de representación.
El mensaje era claro: no se podía hablar de futuro sin incluir a quienes lo encarnan.
Sin embargo, hoy la situación no es muy promisoria. A tres meses de la elección de los nuevos consejeros municipales de juventud, quienes representan a las juventudes ante las autoridades territoriales, el panorama es preocupante, y no sólo en el plano nacional sino también en lo local.
De acuerdo al calendario electoral de la Registraduría nacional, desde el 19 de junio están abiertas las inscripciones para participar de este proceso. En el departamento hasta ahora se han presentado 65 listas independientes distribuidas en los 32 municipios, 8 listas son de Neiva y una de ella es respaldada por una práctica organizativa y ninguna por partidos políticos. Cinco municipios ni siquiera inscribieron listas para los Consejos Municipales de Juventud (Colombia, Íquira, Nátaga, Teruel y Villavieja). Esto demuestra que la juventud no cree en los partidos políticos pues comparado con el año 2021, a esta misma fecha se habían registrado 48 listas independientes, es decir que el porcentaje de las listas independientes aumentó un 136%, lo que demuestra que los jóvenes buscan mecanismos propios de participación, pero desconfían de las estructuras tradicionales. Los partidos han perdido conexión. Y los gobiernos han sido incapaces de interpretar el sentir juvenil.
En Neiva, el panorama no es distinto. Hay más de 100.000 jóvenes entre los 15 y los 28 años, pero su participación en procesos electorales juveniles no supera el 2 %. El Consejo Municipal de Juventud sobrevive sin recursos, sin apoyo y sin poder real de incidencia.
Lo más grave es que el gobierno municipal ha mostrado un vacío institucional profundo y una falta de voluntad política flagrante para cumplir con lo que ordena la ley.
Hasta la fecha, no hay un Secretario de Juventud en propiedad. Y la convocatoria realizada para designarlo fue una burla: una fachada sin garantías reales de mérito, que terminó premiando intereses políticos antes que las capacidades o el compromiso de jóvenes mejores calificados.
Mientras tanto, la Secretaría de Juventud opera con un presupuesto irrisorio de apenas 310 millones de pesos al año, la mayor parte de los cuales se destinan a sostener la burocracia, no a resolver los problemas urgentes de las juventudes.
Estamos ante una administración incapaz de entender a sus jóvenes, desconectada de sus luchas y sin intención de construir con ellos.
Por eso lo que hay no es un desinterés de los jóvenes. No. Lo que hay es abandono institucional.
Hace unas semanas estalló una polémica: la Gobernación del Huila se negó a apoyar la realización de la Asamblea Departamental de Juventudes, un espacio clave para evaluar políticas públicas y construir agendas colectivas. La excusa: falta de presupuesto.
Negar ese apoyo no es solo una decisión administrativa: es un mensaje político. Y el mensaje es este: participen, pero sin molestar mucho.
La política juvenil está perdiendo su base social. No porque los jóvenes no quieran participar, sino porque el Estado no garantiza condiciones reales para hacerlo. Y mientras tanto, los problemas se multiplican:
El desempleo juvenil en Neiva alcanza hoy el 17 %. Eso significa que 17.000 jóvenes sin trabajo, ni ingresos y muchas veces sin esperanza.
Y cuando no hay empleo, educación ni oportunidades, surgen otros actores que sí ofrecen algo a cambio. La niñez y la juventud en Neiva no solo enfrentan el abandono institucional: también están siendo reclutados por grupos ilegales.
En barrios periféricos de la ciudad, muchos jóvenes crecen entre la violencia, la estigmatización y el consumo de drogas.
Allí donde los gobiernos no llegan, sí llega el delito. Y donde no hay oportunidades, alguien más llega a ofrecerlas.
En Neiva, existen más de 120 instancias, mesas, comités y consejos activos. Pero en la mayoría de ellos, los jóvenes están ausentes o silenciados.
No por falta de interés, sino porque la estructura institucional no garantiza ni promueve su participación activa, y eso tiene consecuencias.
Se necesita una inversión seria, visión estratégica y voluntad política. Porque mientras el discurso institucional dice “los jóvenes son el futuro”, el presupuesto les grita “arréglenselas como puedan”.
A pesar de todo, hay jóvenes que siguen creyendo en el poder de la participación.
Aquellos que se inscriben, que organizan plataformas, que hacen control social, que se toman en serio su papel en la democracia. A ellos, todo mi reconocimiento por su valentía. En un país que tantas veces silencia a la juventud, proponer y liderar es un acto de resistencia.
Y a quienes aún no han dado el paso: este también es su momento. El futuro no se hereda, se construye. Y empieza cuando los jóvenes se toman en serio su derecho a transformar lo que no funciona.
Pero estos procesos deben ir de la mano de la institucionalidad (Gobernación, Alcaldía y Presidencia), que los respalde, los escuche y los apoye.
Si de verdad queremos construir una región con futuro, hay que empezar por creer en sus jóvenes: garantizarles empleo digno, formación pertinente, espacios reales de decisión y recursos para actuar.
Los jóvenes ya están aquí. Lo que falta es que los gobiernos de turno estén a su altura.








