Diario del Huila

Los caficultores y las personas tras la industria en la guerra Trump-Petro

Feb 6, 2025

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La semana pasada hablábamos de la importancia de la relación comercial con Estados Unidos y lo que esta significa para la industria del café en Colombia. En la primera parte nos enfocamos en los números y lo que representa este socio comercial para la estabilidad de todo un sector. Sin embargo, detrás de cada contenedor de café exportado existe algo mucho más importante que las mismas cifras, y son las familias, las comunidades e incluso regiones enteras como el Huila, cuyos ingresos dependen directamente de las ventas que realizamos al consumidor americano. Ya que el 40% de nuestras exportaciones de café se destinan hacia ese mercado, si la demanda por el café colombiano en EE.UU. se desploma por cuestión de un arancel, el golpe para el país no sería únicamente una catástrofe macroeconómica, sino principalmente una catástrofe social.

Entendamos el porqué. En Colombia existen más de 540,000 familias dedicadas al cultivo de café, y la mayoría de ellas dependen exclusivamente de esta materia prima  para su sustento. Solo en la región del Huila conviven cerca de 87,000 familias cafeteras y, si una reducción en la demanda estadounidense provoca una merma en la compra y simultáneamente mayor acumulación en los inventarios de las comercializadoras, estas familias simplemente no tendrán a quien entregar y vender su cosecha a un precio justo.

Además, muchos pequeños productores ya han accedido a créditos para la renovación de sus cultivos, y ante una caída en la demanda del café, se quedarían atrapados en el círculo vicioso de deuda impagable. Adicional a los caficultores también están los recolectores, transportistas, tostadores y empleados de toda la cadena productiva que decidieron invertir en una industria muy volátil como para adicionar ahora la incertidumbre del Twitter de Petro.

Otro futuro preocupante y hasta ahora poco mencionado sería el tema ambiental. Al afectar a los caficultores la falta de compra por parte de la Federación y las principales comercializadoras como SKN, Olam, Carcafé o Racafé, muchos se verían forzados a sustituir sus cultivos por otros más lucrativos,donde siempre aparecen como primera opción los cultivos ilícitos. Y esto impulsaría la deforestación en zonas cafeteras como el Centro y Sur del Huila.

Y no está de más recordar que en regiones como la nuestra la producción de café ha sido a lo largo de las décadas un amortiguador social contra la violencia y la ilegalidad. Si los caficultores pierden su principal fuente de ingresos, muchas zonas rurales quedarán expuestas a la extorsión, el reclutamiento forzado de jóvenes y el desplazamiento interno.

De hecho, el sector cafetero ha sido un eje central en los procesos de reincorporación y en la consolidación de economías legales. Si disminuye la demanda por el café, muchos de estos avances en la paz territorial se vendrían cuesta abajo.

Pero la crisis del café no afectaría solo al campesinado, sino a toda la cadena productiva. En Colombia, cientos de miles de empleos dependen de la exportación, el procesamiento, la logística y la comercialización del café. Una caída en la demanda implicaría cierre de empresas, despidos masivos y un impacto en el comercio local de regiones como Huila, Tolima, Antioquia, Santander, Nariño y el Eje Cafetero. La disminución de estas oportunidades laborales aumentaría la migración hacia las ciudades, incrementando los cinturones de pobreza en urbes que ya están saturadas de informalidad laboral y que los gobiernos no han podido solucionar.

Y a pesar de todo lo mencionado y lo grave que sería, lo que más me preocupa es el ámbito educativo en las regiones. Como quiero que reflexionemos a fondo este tema, lo voy a explicar de manera puntual: Si los ingresos en el campo caen, muchos niños y jóvenes de las regiones se verían obligados a abandonar sus estudios para trabajar en empleos informales o ilegales.

Es por esto que, si la guerra comercial entre Trump y Petro se intensifica, no solo estarán en riesgo las finanzas del país. Mucho más importante que eso, entraría en estado crítico el futuro de millones de familias colombianas para las que el café es más que un cultivo, es la columna vertebral de su estabilidad económica y dignidad. Permitir que este sector colapse tendría repercusiones devastadoras en la economía rural, la paz territorial y la sostenibilidad ambiental.

Con el aroma de un café 100% colombiano, los saludo,

Santiago Ospina López

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