Por: José Eliseo Baicué Peña
En Colombia más de la mitad de las universidades surgió a mediados del siglo XX. Varias, mucho antes y otras más, de manera posterior, trayendo, todas ellas, impulso y desarrollo económico y social.
Hoy, las universidades buscan estar de la mano de la tecnología y hacen ingentes esfuerzos por estar a la vanguardia con la intención de lograr el cumplimiento de sus propósitos misionales.
Uno de los desafíos de estas instituciones es rediseñar los currículos, sin importar la disciplina del conocimiento, de tal manera que se permita formar profesionales más creativos y propositivos, sintonizados con los adelantos tecnológicos y dispuestos al trabajo en equipo.
Es preciso entender que la inteligencia artificial y demás aplicaciones modernas, impondrán muchos cambios sustanciales en el modo de aprender, de socializar y de aplicar. Será necesario desaprender muchas cosas y adoptar otras más. Y, no se trata de copiar y “apropiarse” de un conocimiento ajeno; no. Se trata de crear, recrear e innovar a partir de todo ese mar de información que navega hoy en el mundo virtual.
Desde ya hay que hacer una transición obligatoria en varios frentes. Las aulas tienen que utilizarse como laboratorios de aprendizaje continuo e integral. Deben convertirse en los espacios donde quepa el trabajo práctico individual y colectivo; deben propiciar la producción intelectual desde los primeros semestres; deben permitir, de manera natural, la simbiosis prueba-error y destinar tiempos para corregir, todo eso debe hacer parte de la evaluación sistemática y productiva.
Claro, que hay que entender que la inevitable democratización de la información trae consigo complicidad para la pereza mental, para la poca creatividad, para inducir a la ley del menor esfuerzo, para el plagio y la desocupación académica.
Con todas estas connotaciones, la motivación y disposición deben ser elementos infaltables a la hora de cada clase. Debe ser un aliciente que aliente al estudiante a tener constante interés por aprender y producir conocimiento, por compartirlo, por aplicarlo y contribuir a la búsqueda de soluciones de su mundo cotidiano.
El nuevo profesional debe estar capacitado para leer su mundo y todo lo que lo rodea. Debe estar dispuesto a resolver conflictos y proponer alternativas para la no repetición. Es decir, debe ser una persona en continua formación y producción intelectual para la vida.
La apropiación de los adelantos tecnológicos y nuevos conocimientos deberán redundar en mejoramiento continuo y mejor calidad de vida para todos.








