Con una fuerte carga espiritual y pastoral, concluyó este lunes la duodécima y última Congregación General de Cardenales antes del inicio del Cónclave que elegirá al próximo Papa. La sesión, celebrada a las 9:00 de la mañana en el Aula Nueva del Sínodo, reunió a 173 cardenales, incluidos 130 electores, y estuvo marcada por 26 intervenciones centradas en los desafíos actuales de la Iglesia y las cualidades esperadas en el sucesor de Pedro.
Los cardenales coincidieron en que el próximo Pontífice debe ser, ante todo, un pastor y constructor de puentes, profundamente arraigado en la comunión, y capaz de guiar una Iglesia samaritana, cercana a las heridas de la humanidad. En un contexto global marcado por guerras, polarización social y crisis ecológica, se hizo énfasis en la necesidad de un líder espiritual que encarne la misericordia, la sinodalidad y la esperanza.
Uno de los puntos centrales fue la continuidad de las reformas impulsadas por el Papa Francisco, entre ellas la lucha contra los abusos, la transparencia económica, la reorganización de la Curia Romana, el impulso sinodal, la opción preferencial por los pobres y el cuidado de la creación. Estas tareas, se dijo, deben ser asumidas con valentía y visión a largo plazo por el nuevo Papa.
Los cardenales también reflexionaron sobre el papel del Papado y las tensiones internas que atraviesa la Iglesia. Se discutió sobre cómo hacer más significativos los encuentros del Colegio Cardenalicio, especialmente durante los consistorios, y se subrayó la necesidad de fortalecer la formación cristiana e iniciar procesos misioneros sólidos, tanto para los fieles como para los nuevos bautizados.
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Además, se recordó con especial devoción a los mártires de la fe que hoy sufren persecución en diversas partes del mundo, y se reafirmó el compromiso pastoral frente al cambio climático, entendido como un reto espiritual y moral de alcance global.
Otro tema abordado fue el del diálogo ecuménico, en particular la posibilidad de unificar la fecha de la celebración de la Pascua, recordando el espíritu del Concilio de Nicea.
Durante la sesión también se habló de la Jornada Mundial de los Pobres, celebrada el domingo anterior a la solemnidad de Cristo Rey, destacando su dimensión teológica y su relación con la verdadera realeza del Evangelio: el servicio a los más necesitados.
La congregación concluyó con la lectura de una declaración oficial, en la que los cardenales hicieron un llamamiento a todas las partes implicadas en conflictos armados para que se logre un alto el fuego permanente y se inicien negociaciones que conduzcan a una paz justa y duradera, basada en el respeto de la dignidad humana y el bien común.
Al cierre de la reunión, que finalizó a las 12:30 del mediodía, se procedió a anular oficialmente el Anillo del Pescador y el Sello de Plomo, actos simbólicos que marcan el final del pontificado anterior y el inicio del periodo de sede vacante.
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