Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
Lamento mucho lo que está pasando nuevamente en Colombia, pero ante esto, no podemos ser tan ligeros y pasionales como para endilgar culpa a los unos y a los otros, de los hechos acontecidos en los últimos días, e incluso horas, generadores de muerte y destrucción, en diferentes partes del país. El conflicto interno es sin duda, algo con lo que vivimos históricamente en nuestra adolorida y vituperada patria colombiana.
Recordemos que las guerras civiles de Colombia provienen desde comienzos del siglo XIX. Estos conflictos internos vividos en nuestro territorio posterior a la independencia, se caracterizaron por la guerra de guerrillas; y es que históricamente ha existido una gran facilidad para formar grupos armados, lo cual ha permitido que el conflicto continúe, generando caos en todos los campos, principalmente en el político, económico y social.
Convirtiéndose el conflicto armado en un negocio rentable para sus autores, se vinieron conformando agrupaciones ilegales armadas que han sufrido metamorfosis, pero que en realidad han continuado siendo prácticamente las mismas, pero con nombres distintos, aunque haya algunas que conservan el mismo nombre.
Hay factores que facilitan el fortalecimiento de estas organizaciones armadas, como lo es la crisis e inestabilidad política, el narcotráfico, la geografía nacional y de cierto modo la laxitud de las leyes frente al accionar violento de estos peligrosos colectivos.
Los intereses políticos y las ambiciones de poder, nos pueden llevar a épocas lamentables como las vividas desde 1848, cuando se crean los dos bloques permanentemente enfrentados entre sí, como lo fueron los liberales y los conservadores, entendiendo que hubo periodos de calma pasajera, pero la violencia fue reviviendo luego de esos lapsos de supuesta paz.
Llegó el siglo XX y con éste, una nueva oleada de sangre por toda la nación, acentuándose a finales de la década de los 40, cuando es asesinado Jorge Eliécer Gaitán, periodo que se caracterizó por la violación a todo tipo de derechos humanos.
La cruzada de sangre y muerte, por todo el país, llega a un corto momento de calma, cuando las élites económicas y los jefes de los partidos Liberal y Conservador, al ver que la violencia no cesaba, en medio de la salida del presidente Laureano Gómez por problemas de salud, dejando como presidente encargado a Roberto Urdaneta; generan coalición e inducen el golpe militar del general Gustavo Rojas Pinilla. Para ese momento, el conflicto no era solo bipartidista, dado que el partido Comunista ya alimentaba ideológicamente a las autodefensas campesinas armadas.
Posteriormente la violencia interna da un giro, y por ello, los líderes de las colectividades mencionadas generan una nueva alianza firmando el Pacto de Benidorm en 1956, para acordar la alternancia en el poder durante 16 años, denominando esta alianza con el nombre de Frente Nacional, y es en este periodo precisamente que surgen los grupos guerrilleros, que durante décadas han garantizado la existencia del conflicto armado, dando paso a la creación de las autodefensas o grupos paramilitares, y otras organizaciones armadas financiadas por el narcotráfico.
Todos conocemos la historia de los cuatro años de gobierno de Andrés Pastrana, los ocho años de Álvaro Uribe Vélez, los ocho años de Juan Manuel Santos, los cuatro años de Iván Duque Márquez y los tres año que lleva Gustavo Petro Urrego, no hay para qué mencionarlos, son veintisiete años con un comienzo trágico, una calma en la mitad de este periodo de tiempo y posteriormente, el recrudecimiento de la guerra, luego de la mutación de la misma y con ésta, la llegada nuevamente del terrorismo y la barbarie.
Hay que viajar un poco en el tiempo y analizar el origen del conflicto, el combustible del mismo y los intereses de sus protagonistas, coprotagonistas y actores de reparto.








