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La silla vacía

Dic 5, 2025

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La silla vacía

Por: Ruber Bustos

En casi cien años de historia de la Federación Nacional de Cafeteros, nunca habíamos visto algo así: un presidente de la República que, durante todo su mandato, decide no asistir ni una sola vez al Congreso Nacional Cafetero. Desde que existen registros, conservados por la Federación y respaldados por la memoria histórica del gremio, todos los gobiernos habían acudido, al menos una vez, a este espacio máximo de representación cafetera. La presencia del Jefe de Estado nunca ha sido un simple gesto protocolario; es un acto básico de reconocimiento hacia un sector que ha sostenido al país en sus momentos más difíciles.

Por eso, la silla vacía que Gustavo Petro ha dejado durante cuatro años consecutivos duele, no como un reclamo político, sino como un mensaje simbólico para los más de 540.000 caficultores que, con disciplina gremial y participación democrática, eligen a sus representantes y construyen instituciones que hoy son ejemplo internacional. Las elecciones cafeteras, con más de 300.000 votantes por proceso y una arquitectura territorial que abarca desde comités municipales hasta instancias nacionales, son una de las expresiones de democracia representativa más sólidas del país.

Y es importante decirlo con claridad: quienes conformamos los comités de cafeteros, el Comité Directivo y el propio Congreso Nacional Cafetero no somos burócratas ni políticos profesionales. Somos caficultores. Hombres y mujeres que sembramos, recolectamos, administramos nuestras fincas, sostenemos nuestras familias y hacemos país desde nuestros hogares y nuestros territorios. Cualquiera puede verificarlo: la representación cafetera nace de la tierra, no de escritorios. Y es ante esos voceros legítimos, productores reales, de carne y hueso, ante quienes el presidente decidió no estar.

No se trata de una foto. Se trata de la oportunidad, que se dejó pasar, de escuchar, de comprender la realidad de la ruralidad productiva, de reconocer a un sector que sigue aportando empleo, estabilidad, divisas y presencia institucional en más de 600 municipios del país. Cuando el Gobierno Nacional no ocupa su lugar en la mesa donde se discuten los desafíos del café, el mensaje es claro: el diálogo no está siendo prioridad.

Aun así, el orgullo cafetero permanece intacto. Porque el gremio cafetero no depende de una silla, sino de la fuerza colectiva de sus familias productoras; de los más de un millón de contactos anuales del Servicio de Extensión; del compromiso de los técnicos, líderes y comités municipales; de la investigación que no se detiene; y de esa cultura cafetera que resiste, innova y construye país todos los días.

La silla vacía sigue ahí, sí. Pero también sigue lleno el corazón de los caficultores, su dignidad y su voz. Y mientras exista un productor de café en Colombia, existirá el derecho, y la necesidad, de ser escuchado.

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