Por: Carlos Yepes A.
En los últimos días, el debate sobre el plan de instalar radares de velocidad y cámaras de fotomultas en Neiva ha despertado posiciones encontradas en la ciudadanía, los concejales y la administración municipal. El Plan Local de Seguridad Vial 2025–2031, adoptado por decreto, incluye estas medidas como herramienta para reducir la accidentalidad. Sin embargo, no podemos quedarnos en la ilusión de que castigar con comparendos automáticos solucionará un problema tan complejo como la siniestralidad vial.
Es hora de reconocer que Neiva necesita un cambio profundo en la cultura ciudadana de todos los actores viales. Los peatones que cruzan imprudentemente, los motociclistas que ignoran los semáforos, los conductores que exceden los límites de velocidad y las autoridades que muchas veces hacen cumplir la ley de forma intermitente son solo algunos eslabones de una cadena que debemos transformar.
Antes de activar una máquina de sanciones, ¿por qué no implementar un programa masivo y sostenido de educación vial? ¿Por qué no vincular a los almacenes y concesionarios de motocicletas, exigiendo que quienes compren una moto acrediten haber tomado un curso de seguridad vial y cultura ciudadana? Esta estrategia podría replicarse en la compra de vehículos y articularse con campañas pedagógicas lideradas por la Alcaldía, las universidades y los gremios.
Además, en lugar de multar inmediatamente a quienes infringen normas, podríamos inmovilizar los vehículos sin imponer multas y, como requisito para la devolución, obligar al infractor a tomar un curso presencial sobre seguridad vial. Este tipo de medidas correctivas, ya probadas en otras ciudades de Colombia y el mundo, han demostrado mayor efectividad a largo plazo que los esquemas de fotodetección.
La cultura ciudadana es la base de una movilidad segura y sostenible. Los datos de accidentalidad son alarmantes, pero no podemos reducirlos únicamente con radares; se necesita mejorar la infraestructura vial, garantizar la operación permanente de los semáforos, fortalecer la señalización y crear espacios de participación para que la comunidad se sienta corresponsable de la seguridad en las vías.
El Plan Local de Seguridad Vial es un paso necesario para estructurar acciones, pero su éxito dependerá de la voluntad política para priorizar la formación ciudadana sobre el afán recaudatorio. Una Neiva con ciudadanos conscientes de su responsabilidad es una ciudad más segura para todos.
La administración tiene la oportunidad histórica de liderar un cambio que privilegie la vida y la convivencia en las vías. Pero este cambio no debe comenzar con el garrote, sino con la mano extendida de la educación y la construcción colectiva.








