Carlos Yepes A.
La productividad es uno de esos conceptos económicos que escuchamos con frecuencia, pero pocas veces nos detenemos a entender a fondo. En términos simples, productividad es la capacidad de generar más bienes o servicios con los mismos o menos recursos. Cuando un trabajador, una empresa o una región logra producir más sin aumentar significativamente sus costos, se dice que ha mejorado su productividad. Este indicador es crucial para el crecimiento económico, la competitividad y el bienestar social.
En el caso del Huila, un departamento con vocación agroindustrial, turística y de servicios, la productividad es clave para fortalecer el empleo formal, atraer inversión y mejorar los ingresos de los trabajadores. Sin embargo, la reciente reforma laboral propuesta por el Gobierno Nacional genera serias dudas sobre si sus efectos serán positivos o negativos para la productividad de nuestro aparato productivo regional.
De la reforma se derivan al menos tres consecuencias principales que tienen que ver con la productividad en el territorio. La primera es el aumento de costos laborales unitarios. Uno de los principales impactos de la reforma es el incremento de los costos laborales por trabajador. Con medidas como el adelanto del recargo nocturno a las 7 p. m. y el aumento progresivo del recargo dominical hasta el 100%, las pequeñas y medianas empresas huilenses, muchas del sector comercio, turismo y agroindustria, verán un aumento en su carga económica. Según estimaciones gremiales, esto puede representar hasta un 8% más en costos laborales. En una región donde gran parte del empleo se concentra en estas actividades, el efecto puede ser desestimulante para la contratación formal y el crecimiento. La segunda consecuencia es la rigidez en la contratación e innovación tecnológica. La priorización del contrato a término indefinido y las restricciones a los contratos por obra o labor, si bien buscan estabilidad para el trabajador, reducen la capacidad de las empresas para adaptarse a ciclos productivos estacionales o a cambios de demanda. En el Huila, donde el sector agrícola y cafetero depende de cosechas y temporadas, esta rigidez puede afectar la eficiencia operativa. Además, el encarecimiento de la mano de obra podría llevar a que empresas sustituyan empleo por automatización, lo que sin políticas de formación y reconversión laboral dejaría a muchos trabajadores por fuera del mercado. La tercera es el riesgo de mayor informalidad. Colombia ya cuenta con una tasa de informalidad laboral cercana al 58%, y en el Huila esa cifra es aún mayor, especialmente en zonas rurales y urbanas periféricas. La reforma, al aumentar los costos de formalización sin ofrecer incentivos suficientes, podría empujar a muchas microempresas y trabajadores independientes a permanecer o migrar a la informalidad. Esto no solo disminuye la productividad general del país, pues el sector informal suele ser menos eficiente, sino que también reduce la base tributaria, limita el acceso a seguridad social y precariza las condiciones laborales.
Dada esta situación, la protección de los derechos laborales no puede ir en contravía del dinamismo empresarial. Para que la reforma laboral tenga un efecto positivo en la productividad del Huila y del país, debe estar acompañada de políticas complementarias: incentivos a la inversión en tecnología, apoyo a la capacitación y formación laboral, medidas de alivio para las Mipymes, y una agenda seria de formalización.
Desde el Huila debemos levantar la voz con propuestas. No se trata de rechazar la reforma por completo, sino de construir un marco normativo que impulse el crecimiento, garantice derechos y cree oportunidades para todos.
cyepes@hotmail.com
