ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Es comprensible que muchos de los amables lectores sientan fatiga acerca de los hechos que se generan en el desarrollo de la vida nacional, tanto los protagonizados por el gobierno, como por los políticos; y los que se producen por la dinámica social, los cuales son publicados por los medios de comunicación verbales o escritos y de manera tan profusa como tóxica por las redes sociales.
Confrontación política que ha llegado a niveles insostenibles de polarización; acontecimientos de corrupción en todos los niveles del Estado; narcotráfico y minería ilegal que nutre los fondos de la incontrolada criminalidad; violencia intrafamiliar; intolerancia social que se percibe en todos los escenarios de relacionamiento humano; sicariatos y ajustes de cuentas entre las organizaciones criminales; ineficacia generalizada de los organismos del Estado; en fin, multitud de situaciones que han crispado la sensibilidad individual y colectiva en la que es muy difícil encontrar tranquilidad, sosiego y seguridad; además de las incidencias negativas que se generan por los agudos problemas económicos causados por la lucha estratégica global en que se han enfrascado las principales potencias económicas y tecnológicas que amenazan la paz mundial.
En conclusión, las naturales angustias de cada ciudadano se acrecientan por los acontecimientos que hoy invaden la vida privada, canalizadas especialmente por los mencionados medios de comunicación donde el celular esta jugando un papel destructor no solamente de la verdad, si no también de la paz interior que permite afrontar las dificultades propias de la vida moderna.
En este escenario tan complejo las víctimas no son solamente las personas, las familias y la sociedad en general. La democracia como única forma eficaz de ordenar la vida institucional de una nación, esta siendo sacrificada y corre grave peligro en muchas latitudes donde los valores se han invertido de tal manera que la bueno ha pasado a ser malo o viceversa; y donde la confrontación cultural, étnica y religiosa esta causando una transformación acelerada de los parámetros sociales que han orientado la humanidad.
Ello explica el que hayan crecido movimientos sociales, ideologías políticas y sectores radicales que promueven la anarquía y el caos, como reacción equivocada y absurda a los complejos fenómenos sociales. Las dictaduras están a la orden del día, sacrificando así el contenido ya probado del sistema democrático en donde el Estado de Derecho sucumbe frente a la arbitrariedad y el capricho del gobernante de turno.
El amable lector podrá imaginar que esta visión preocupante y tan cercana que la tenemos en nuestras narices, la que muchos se resisten a reconocer creyendo de manera equivocada que será un mal rato, sin pensar que podría haber llegado para quedarse.
El asunto es de procurar soluciones y no de agravar los problemas, dado que las instituciones democráticas están diseñadas para concurrir de manera armónica en lograr los fines esenciales del Estado, tal como lo describen los artículos 113 y 121 de la Constitución; los cuales pasan por atender eficazmente servicios esenciales como la justicia, la libertad, la seguridad, el orden y la legalidad; así como el respeto a la autonomía e independencia de las ramas del poder público y en general a los valores y principios que han formado la nacionalidad republicana.
Pues bien. En este complejo escenario económico, político, social e institucional que hoy se registra en nuestro país, nos conduce inevitablemente a reconocer que la cada vez más alta polarización ideológica promovida por el Presidente Petro y secundada por la oposición; esta ocasionando tensiones en la población que por desgracia tienden a escalar.
Existen varios hechos o situaciones en curso que podrían acrecentar esa confrontación institucional. Veamos algunos de los más relevantes: la discusión política y jurídica sobre acudir a la Consulta Popular como mecanismo de participación ciudadana; el desenlace del juicio al expresidente Uribe; la decisión ad/va que deberá tomar el CNE en relación con la campaña del presidente cuyo término de eventual prescripción esta previsto para junio/25; la tutela que deberá fallar pronto la Corte Constitucional en relación con el fuero presidencial referido a la investigación ad/va que tramita el CNE; el desenlace de las reformas de salud y laboral en el congreso; las decisiones judiciales pendientes en Fiscalía y Corte Suprema de Justicia en relación con los escándalos de corrupción; aspectos que impactarán la estabilidad institucional y social de la Nación y que desde luego incidirán para bien o para mal en las elecciones de marzo y junio del año 2026.
Con este panorama de sucesos eventuales, es inevitable concluir que la recta final del mandato del presidente Petro podría ser una especie de montaña rusa de sensaciones que incidirán en el ánimo y la sensibilidad de los ciudadanos, los cuales podrían colocar en alto riesgo nuestra evidente fragilidad democrática e institucional.








