AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO
No es equivocado pensar que la PAZ TOTAL, es el presupuesto inescindible en la búsqueda de uno de los objetivos de toda sociedad: la convivencia nacional y por consiguiente, estimar que se ha fracasado en este propósito, no es más que buscar formas de perpetuar las fuentes generadoras de los conflictos y con ello de la violencia que ya hace parte de nuestra forma de vida, de nuestra estructura orgánica de la sociedad, por cuanto, no hemos aprendido a valorar todos las formas de acercarnos al otro y gozar del privilegio de sabernos útiles los unos a los otros.
Como quiera que no hemos vivido en paz, desde la época en que fuimos víctimas de la colonización y que los procesos de independencia y de liberación del yugo extranjero, nos han permitido simplemente cambiar las cadenas hasta el punto de vivir engarzados y confrontados por ideas que unos llaman de derecha, otros de izquierda, otros de centro y otros que no saben cual es la razón de la existencia, polarizando todo concepto de vida, de paz y de amor, hasta el punto que esos mismos elementos, hacen parte de la diatriba de odios y resentimientos de difícil razonabilidad en un proceso de disenso social, que tanta falta nos hace.
Pero la paz es una búsqueda, es un complejo deseo de interactuar en la construcción de formas de vida donde los preceptos mínimos de respeto por el otro alcancen la garantía de la convivencia y de la reciprocidad de la razón de ser de la existencia en comunidad, todo lo cual, emana desde la educación, de la formación y de las convicciones que como niños nos van inculcando unas veces con propósitos nobles y otras con propósitos egoístas, para generar miedo y temor o para aglutinar en torno a un grupo o círculo, las formas de pensar y de actuar que posteriormente se presentan en el ejercicio cotidiano de la vida.
Por consiguiente, que la paz total o parcial, sea parte del ejercicio de un proyecto de vida por quienes regentan los destinos de un pueblo, y que ha sido una constante en la agenda gubernamental de todos los tiempos, sin que ese anhelo se haya logrado o que en su integridad tal propósito no se cumpla conforme lo pactado, no es motivo o razón de ser para desistir en buscar todos los días, a cada instante, en cada momento, por hacerlo realidad.
El ser humano no puede alimentarse de retaliaciones, no puede fomentar las formas de violencia desde aquellas que surgen cuando la justicia es incapaz de darnos la mano en la solución de los conflictos sociales y queremos reivindicar la ley del talión o pretender alcanzar mediante la misma barbarie situaciones de sometimiento del otro, es hora de comprender que la búsqueda y la lucha por la paz, hacia la paz, es un compromiso de cada uno de nosotros, es una tarea que no podemos dejar de hacer o que no podemos censurar o despotricar de las teorías del otro, cuando nos empecinamos en buscar las formulas más descabelladas para alcanzar dicho propósito.
No soy partidario de que la paz total haya fracasado. Se han dado pasos importantes y se ha generado una inquietud dentro de la sociedad. Para qué vivimos en sociedad, si todo lo reducimos a la violencia, a la guerra y por qué no decir, al escarnio del otro por siempre y para siempre, como ha sido la constante de vida que hemos llevado durante toda la existencia. No olvidemos que ese coro que convoca a dividir para poder reinar, no puede tener a la violencia como arma de doble filo, que usamos un día en beneficio de nuestros intereses y otro día en contra de aquellos.
Volvamos los ojos al propósito de la paz, pero sin lugar a dudas, el gran enemigo que tenemos, no es sino uno solo: la corrupción, la falta de compromiso de quienes detentan el poder y el abuso del mismo por parte de quienes predican ser los políticos que nos gobiernan, aunado al silencio y la mora cómplice, sin querer queriendo, de los entes de control y de la administración de justicia, que nunca llegan o que permiten la prescripción y la impunidad de todos esos actos que oportunamente se descubren y se ponen en evidencia ante la sociedad, que indolente, guarda silencio.








