Diario del Huila

La música campesina, un legado de tradición y resistencia

Oct 24, 2025

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Por: Niyireth Cruz

Don Luis Alirio Embus, campesino y canta autor del municipio de Gigante, nos transporta a una Colombia de los años 50 y 60, donde la tecnología era una cajita mágica y la música campesina surgía desde lo cotidiano.

La música en esos tiempos, sin partituras ni teoría, se aprendía con la pureza del oído agudizado y el ojo atento. «La vena artística salió en mi persona por mis tíos maternos», revela Don Alirio. «Ellos luchaban mucho con la guitarra. Se utilizaba para cantar el género que hoy llamamos rajaleña, pero en ese tiempo le decíamos el Pichinche«.

El Pichinche era el conjunto orgánico del terruño: flauta, hojita, tiple, bandola, guitarra y maracas. No existía la guacharaca. El joven Alirio de cinco años observaba, con la misma concentración de quien descifra un misterio; cómo sus tíos, al volver del trabajo, tomaban los instrumentos y daban vida a palabras que con sonidos se convertían en música.

Canciones a lomo de mula

La pasión de Alirio creció al ritmo de las voces de Noel Petro y Luis Alberto Osorio que llegaban desde aparatos monumentales con pilas gigantes. La radio. «Yo me las aprendía sin saber el nombre, incluso sin entender algunas palabras», confiesa.

A los diez años, sin una clase formal, ya acompañaba a sus amigos en el epicentro de la fiesta campesina. Las parrandas, que se extendían desde año nuevo hasta reyes o ocho días de pura parranda en san Juan, eran su conservatorio.

Cuando Gigante solo contaba con caminos de herradura, la difusión musical exigía creatividad. Para compartir las composiciones de su agrupación,
«Los Supersónicos del Puente», Don Alirio ideó una solución rudimentaria pero efectiva: equipó una mula con una radio a todo volumen. Este singular «sistema de sonido móvil» recorría cada vereda, transformando los difíciles senderos en canales de comunicación cultural y conectando a los campesinos con su propia música.

La música campesina son historias cotidianas

Para Don Alirio, la música campesina tiene una diferencia categórica: «Es autóctona. Esa no la puede reemplazar nadie. Cada músico va a hacer su canción de acuerdo a su sentir, a cómo él vive, a la muchacha que lo rodea, o al sufrimiento que ha tenido. Por eso, no es meramente romántico ni de despecho. Es una historia«.

La autenticidad radica en la bandola, tiple, guitarra y maracas, sumados al ingenio del campo, como usar la hojita o una peinilla y un papel brillante de la cajita de cigarrillos piel roja para las introducciones.

Hoy, Don Alirio Embus es un nombre inmortalizado. El concurso más importante de su municipio lleva su nombre, un honor que no lo separa de su guitarra. «A mí me gustó fue la música que uno se pueda sentar con la guitarra aquí y cantar con dos amigos, y que venga otro amigo y traiga un trago y que empiece la parranda», menciona con una sonrisa.

Un legado que los jóvenes también conservan

La semilla sembrada por Alirio y su generación florece en los jóvenes. En el marco del Festival Folclórico del Café y del Cacao en Gigante, el encuentro de música campesina «Luis Alirio Embús» demostró que la tradición sigue viva.

«Hay que recordar que tenemos una cultura, y la cultura de nosotros es la música campesina, hay que seguir cultivándola y no dejarla perder», afirma Juan David Sánchez, joven integrante de la agrupación carranga opita.

La música campesina es «muy alegre», en palabras de David Andrés, joven de Gigante que toca desde su infancia: «nunca tiene que morir, porque son aventuras, experiencias, anécdotas que tienen los campesinos».

Sin embargo, el panorama es desafiante. Los nuevos géneros urbanos y la disminución de las audiencias en los eventos tradicionales reflejan una reconfiguración cultural. El sonido de la guitarra, la hojita y el tiple de las antiguas serenatas se ha visto reemplazado por el volumen de los carros y los ritmos urbanos.

Pero mientras Don Alirio Embus sigue tocando, y la juventud sigue encontrando en la bandola y el tiple el eco de su propia historia, la música campesina continuará siendo, como él mismo afirma, una certeza. Un legado de resistencia que se niega a morir.

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