Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
Apreciados lectores, continúo comentando mi accionar gubernamental cuando tuve la oportunidad de ocupar el cargo de Decano de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad Surcolombiana, durante el periodo 2007-2010. Superado el impase que se presentó cuando las directivas de la Usco de la época pretendieron cambiarle el nombre del edificio en construcción, lográndose corregirlo y que fue ampliamente comentado en mii columna anterior, deseo expresarles que el contrato inicial que firmó la Usco para iniciar esta obra fue por $2.791.138.021. Posteriormente hubo necesidad de asignar nuevos recursos por $2.781.391.970. La Interventoría de las obras tuvo un costo de $161.314.352, interventoría técnica de la terminación del edificio, $12.764.215 y una obra adicional de $160.000.000, para un total de $5.906.608.558. Las anteriores cifras me las facilitó en un cuadro el arquitecto Augusto Tovar de la Oficina Asesora de Planeación de la Universidad Surcolombiana. En esta información no aparece la relación del resto de recursos que se utilizaron posteriormente para su puesta en marcha de éste.
Cuando el Rector de la época, el médico Luis Alberto Cerquera Escobar, dio la orden de iniciar los trámites del crédito y de la elaboración de los planos, como Decano estuve muy pendiente del diseño que habían elaborado los interventores Martín Emilio Orozco Chavarro (Docente de la Facultad de Ingeniería) y otros funcionarios de la Oficina Asesora de Planeación, para la construcción de la Facultad de Economía y Administración. Sin ser ingeniero, ni especialista en las ramas de esta disciplina, junto con el arquitecto Augusto Tovar muy amablemente me explicaron los planos que habían proyectado para un edificio de tres pisos. Para mí, era muy pequeño, de acuerdo con el sueño y la visión que tenía para que nuestra Facultad fuera la más grande de la Usco. Estaba en el momento oportuno. Y debía aprovechar el respaldo que me estaba brindando la primera autoridad de nuestra Alma Mater. La explicación que me brindaron no me satisfizo. De una manera muy cordial y respetuosa con mis interlocutores, les expresé mi pensamiento. Ante todo, nuestra Facultad la proyectábamos con mis profesores, como la más grande de la Universidad. Y para ello se necesitaban por lo menos 20 salones, oficinas amplias para el Decano, jefes de Programa, cubículos amplios para mis profesores, laboratorios, Centro de Emprendimiento, todos con aire acondicionado (los tenían diseñados con ventiladores), que la edificación debía tener ascensor y un lugar para instalar una planta de energía en caso de que se fuera la luz. Además, teníamos el propósito de ampliar hacia el futuro la oferta académica a nivel pregrados, especializaciones, maestrías y doctorados.
Y algo más, mi sueño: que el edificio debía tener un auditorio grande y majestuoso. Les comenté que me había graduado como economista en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá. Le caben 1.604 personas. Pero que aspiraba que nuestro auditorio tuviera una capacidad por lo menos la mitad (700-800 personas). La respuesta de los arquitectos fue una sonrisa burlona y me decían que yo era un Decano muy iluso con tantas ambiciones. Fui muy enfático y guardando siempre el respeto hacia ellos, les recomendé que le subieran un piso a la construcción. De todo corazón, les agradecí la motivación para modificar los diseños de los planos y su actitud propositiva para hacerlos (Todavía les debo un almuerzo que les prometí). Que había que aprovechar los recursos de la anterior estampilla, que estaban frescos. Además, que tuviéramos parqueaderos en su contorno. Reconozco que aquí si me faltó visión. Hoy en día quedaron muy cortos el número de éstos. Esperemos que el nuevo Rector los amplíe. En las próximas entregas de esta reseña histórica de la construcción del edificio de Faceconomía, seguiré comentando esta temática.
